GUY DEBORD - La sociedad del espectáculo
Texto íntegro en castellano de La sociètè du spectacle, Champ Libre, 1967, traducción de Maldeojo para el Archivo Situacionista Hispano (1998)
Capitulo 1 - La separación consumadaCapitulo 2 - La mercancía como espectáculoCapitulo 3 - Unidad y división en la aparienciaCapitulo 4 - El proletariado como sujeto y como representaciónCapitulo 5 - Tiempo e historiaCapitulo 6 - El tiempo espectacularCapitulo 7 - El acondicionamiento del territorioCapitulo 8 - La negación y el consumo de la culturaCapitulo 9 - La ideología materializada
Capítulo 1La separación consumada
"Y sin duda nuestro
tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación
a la realidad, la apariencia al ser... lo que es 'sagrado' para él no es sino la
ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a
sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de
que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo
sagrado."
FEUERBACH, prefacio a la segunda edición de La esencia del Cristianismo.
FEUERBACH, prefacio a la segunda edición de La esencia del Cristianismo.
1
Toda la vida de las sociedades en las que
dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa
acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se aparta en
una representación.
2
Las imágenes que se han desprendido de cada
aspecto de la vida se fusionan en un curso común, donde la unidad de esta vida
ya no puede ser restablecida. La realidad considerada parcialmente se despliega
en su propia unidad general en tanto que seudo-mundo aparte, objeto de mera
contemplación. La especialización de las imágenes del mundo se encuentra,
consumada, en el mundo de la imagen hecha autónoma, donde el mentiroso se miente
a sí mismo. El espectáculo en general, como inversión concreta de la vida, es el
movimiento autónomo de lo no-viviente.
3
El espectáculo se muestra a la vez como la
sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación.
En tanto que parte de la sociedad, es expresamente el sector que concentra todas
las miradas y toda la conciencia. Precisamente porque este sector está separado
es el lugar de la mirada engañada y de la falsa conciencia; y la unificación que
lleva a cabo no es sino un lenguaje oficial de la separación
generalizada.
4
El espectáculo no es un conjunto de imágenes,
sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes.
5
El espectáculo no puede entenderse como el
abuso de un mundo visual, el producto de las técnicas de difusión masiva de
imágenes. Es más bien una Weltanschauung que ha llegado a ser efectiva, a
traducirse materialmente. Es una visión del mundo que se ha
objetivado.
6
El espectáculo, comprendido en su totalidad, es
a la vez el resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es un
suplemento al mundo real, su decoración añadida. Es el corazón del irrealismo de
la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda,
publicidad o consumo directo de diversiones, el espectáculo constituye el modelo
presente de la vida socialmente dominante. Es la afirmación omnipresente de la
elección ya hecha en la producción y su consumo corolario. Forma y contenido del
espectáculo son de modo idéntico la justificación total de las condiciones y de
los fines del sistema existente. El espectáculo es también la presencia
permanente de esta justificación, como ocupación de la parte principal del
tiempo vivido fuera de la producción moderna.
7
La separación misma forma parte de la unidad
del mundo, de la praxis social global que se ha escindido en realidad y en
imagen. La práctica social, a la que se enfrenta el espectáculo autónomo, es
también la totalidad real que contiene el espectáculo. Pero la escisión en esta
totalidad la mutila hasta el punto de hacer aparecer el espectáculo como su
objeto. El lenguaje espectacular está constituido por signos de la producción
reinante, que son al mismo tiempo la finalidad última de esta
producción.
8
No se puede oponer abstractamente el
espectáculo y la actividad social efectiva. Este desdoblamiento se desdobla a su
vez. El espectáculo que invierte lo real se produce efectivamente. Al mismo
tiempo la realidad vivida es materialmente invadida por la contemplación del
espectáculo, y reproduce en sí misma el orden espectacular concediéndole una
adhesión positiva. La realidad objetiva está presente en ambos lados. Cada
noción así fijada no tiene otro fondo que su paso a lo opuesto: la realidad
surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es
la esencia y el sostén de la sociedad existente.
9
En el mundo realmente invertido lo verdadero es
un momento de lo falso.
10
El concepto de espectáculo unifica y explica
una gran diversidad de fenómenos aparentes. Sus diversidades y contrastes son
las apariencias de esta apariencia organizada socialmente, que debe ser a su vez
reconocida en su verdad general. Considerado según sus propios términos, el
espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida
humana, y por tanto social, como simple apariencia. Pero la crítica que alcanza
la verdad del espectáculo lo descubre como la negación visible de la vida; como
una negación de la vida que se ha hecho visible.
11
Para describir el espectáculo, su formación,
sus funciones, y las fuerzas que tienden a disolverlo, hay que distinguir
artificialmente elementos inseparables. Al analizar el espectáculo hablamos en
cierta medida el mismo lenguaje de lo espectacular, puesto que nos movemos en el
terreno metodológico de esta sociedad que se manifiesta en el espectáculo. Pero
el espectáculo no es nada más que el sentido de la práctica total de una
formación socio-económica, su empleo del tiempo. Es el momento histórico que nos
contiene.
12
El espectáculo se presenta como una enorme
positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que "lo que aparece es
bueno, lo que es bueno aparece". La actitud que exige por principio es esta
aceptación pasiva que ya ha obtenido de hecho por su forma de aparecer sin
réplica, por su monopolio de la apariencia.
13
El carácter fundamentalmente tautológico del
espectáculo se deriva del simple hecho de que sus medios son a la vez sus fines.
Es el sol que no se pone nunca sobre el imperio de la pasividad moderna. Recubre
toda la superficie del mundo y se baña indefinidamente en su propia
gloria.
14
La sociedad que reposa sobre la industria
moderna no es fortuita o superficialmente espectacular, sino fundamentalmente
espectaculista. En el espectáculo, imagen de la economía reinante, el fin no
existe, el desarrollo lo es todo. El espectáculo no quiere llegar a nada más que
a sí mismo.
15
Como adorno indispensable de los objetos hoy
producidos, como exponente general de la racionalidad del sistema, y como sector
económico avanzado que da forma directamente a una multitud creciente de
imágenes-objetos, el espectáculo es la principal producción de la sociedad
actual.
16
El espectáculo somete a los hombres vivos en la
medida que la economía les ha sometido totalmente. No es más que la economía
desarrollándose por sí misma. Es el reflejo fiel de la producción de las cosas y
la objetivación infiel de los productores.
17
La primera fase de la dominación de la economía
sobre la vida social había implicado en la definición de toda realización humana
una evidente degradación del ser en el tener. La fase presente de la ocupación
total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a
un deslizamiento generalizado del tener al parecer, donde todo "tener" efectivo
debe extraer su prestigio inmediato y su función última. Al mismo tiempo toda
realidad individual se ha transformado en social, dependiente directamente del
poder social, conformada por él. Solo se permite aparecer a aquello que no
existe.
18
Allí donde el mundo real se cambia en simples
imágenes, las simples imágenes se convierten en seres reales y en las
motivaciones eficientes de un comportamiento hipnótico. El espectáculo, como
tendencia a hacer ver por diferentes mediaciones especializadas el mundo que ya
no es directamente aprehensible, encuentra normalmente en la vista el sentido
humano privilegiado que fue en otras épocas el tacto; el sentido más abstracto,
y el más mistificable, corresponde a la abstracción generalizada de la sociedad
actual. Pero el espectáculo no se identifica con el simple mirar, ni siquiera
combinado con el escuchar. Es lo que escapa a la actividad de los hombres, a la
reconsideración y la corrección de sus obras. Es lo opuesto al diálogo. Allí
donde hay representación independiente, el espectáculo se
reconstituye.
19
El espectáculo es el heredero de toda la
debilidad del proyecto filosófico occidental que fue una comprensión de la
actividad dominada por las categorías del ver, de la misma forma que se funda
sobre el despliegue incesante de la racionalidad técnica precisa que parte de
este pensamiento. No realiza la filosofía, filosofiza la realidad. Es vida
concreta de todos lo que se ha degradado en universo especulativo.
20
La filosofía, en tanto que poder del
pensamiento separado y pensamiento del poder separado, jamás ha podido superar
la teología por sí misma. El espectáculo es la reconstrucción material de la
ilusión religiosa. La técnica espectacular no ha podido disipar las nubes
religiosas donde los hombres situaron sus propios poderes separados: sólo los ha
religado a una base terrena. Así es la vida más terrena la que se vuelve opaca e
irrespirable. Ya no se proyecta en el cielo, pero alberga en sí misma su rechazo
absoluto, su engañoso paraíso. El espectáculo es la realización técnica del
exilio de los poderes humanos en un más allá; la escisión consumada en el
interior del hombre.
21
A medida que la necesidad es soñada socialmente
el sueño se hace necesario. El espectáculo es la pesadilla de la sociedad
moderna encadenada que no expresa finalmente más que su deseo de dormir. El
espectáculo es el guardián de este sueño.
22
El hecho de que el poder práctico de la
sociedad moderna se haya desprendido de ella misma y se haya edificado un
imperio independiente en el espectáculo sólo puede explicarse por el hecho de
que esta práctica poderosa seguía careciendo de cohesión y había quedado en
contradicción consigo misma.
23
Es la más vieja especialización social, la
especialización del poder, la que se halla en la raíz del espectáculo. El
espectáculo es así una actividad especializada que habla por todas las demás. Es
la representación diplomática de la sociedad jerárquica ante sí misma, donde
toda otra palabra queda excluida. Lo más moderno es también lo más
arcaico.
24
El espectáculo es el discurso ininterrumpido
que el orden presente mantiene consigo mismo, su monólogo elogioso. Es el
autorretrato del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones
de existencia. La apariencia fetichista de pura objetividad en las relaciones
espectaculares esconde su índole de relación entre hombres y entre clases: una
segunda naturaleza parece dominar nuestro entorno con sus leyes fatales. Pero el
espectáculo no es ese producto necesario del desarrollo técnico considerado como
desarrollo natural. La sociedad del espectáculo es por el contrario la forma que
elige su propio contenido técnico. Aunque el espectáculo, tomado bajo su aspecto
restringido de "medios de comunicación de masa", que son su manifestación
superficial más abrumadora, parece invadir la sociedad como simple
instrumentación, ésta no es nada neutra en realidad, sino la misma que conviene
a su automovimiento total. Si las necesidades sociales de la época donde se
desarrollan tales técnicas no pueden ser satisfechas sino por su mediación, si
la administración de esta sociedad y todo contacto entre los hombres ya no
pueden ejercerse si no es por intermedio de este poder de comunicación
instantánea, es porque esta "comunicación" es esencialmente unilateral; de forma
que su concentración vuelve a acumular en las manos de la administración del
sistema existente los medios que le permiten continuar esta administración
determinada. La escisión generalizada del espectáculo es inseparable del Estado
moderno, es decir, de la forma general de la escisión en la sociedad, producto
de la división del trabajo social y órgano de la dominación de
clase.
25
La separación es el alfa y el omega del
espectáculo. La institucionalización de la división social del trabajo, la
formación de las clases, había cimentado una primera contemplación sagrada, el
orden mítico en que todo poder se envuelve desde el origen. Lo sagrado ha
justificado el ordenamiento cósmico y ontológico que correspondía a los
intereses de los amos, ha explicado y embellecido lo que la sociedad no podía
hacer. Todo poder separado ha sido por tanto espectacular, pero la adhesión de
todos a semejante imagen inmóvil no significaba más que la común aceptación de
una prolongación imaginaria para la pobreza de la actividad social real, todavía
ampliamente experimentada como una condición unitaria. El espectáculo moderno
expresa, por el contrario, lo que la sociedad puede hacer, pero en esta
expresión lo permitido se opone absolutamente a lo posible. El espectáculo es la
conservación de la inconsciencia en medio del cambio práctico de las condiciones
de existencia. Es su propio producto, y él mismo ha dispuesto sus reglas: es una
entidad seudo-sagrada. Muestra lo que es: el poder separado desarrollándose por
sí mismo, en el crecimiento de la productividad mediante el refinamiento
incesante de la división del trabajo en fragmentación de gestos, ya dominados
por el movimiento independiente de las máquinas; y trabajando para un mercado
cada vez más extendido. Toda comunidad y todo sentido crítico se han disuelto a
lo largo de este movimiento, en el cual las fuerzas que han podido crecer en la
separación no se han reencontrado todavía.
26
Con la separación generalizada del trabajador y
de su producto se pierde todo punto de vista unitario sobre la actividad
realizada, toda comunicación personal directa entre los productores. A medida
que aumentan la acumulación de productos separados y la concentración del
proceso productivo la unidad y la comunicación llegan a ser el atributo
exclusivo de la dirección del sistema. El éxito del sistema económico de la
separación es la proletarización del mundo.
27
Debido al mismo éxito de la producción separada
como producción de lo separado, la experiencia fundamental ligada en las
sociedades primitivas a un trabajo principal se está desplazando, con el
desarrollo del sistema, hacia el no-trabajo, la inactividad. Pero esta
inactividad no está en absoluto liberada de la actividad productiva: depende de
ella, es sumisión inquieta y admirativa a las necesidades y resultados de la
producción; ella misma es un producto de su racionalidad. No puede haber
libertad fuera de la actividad, y en el marco del espectáculo toda actividad
está negada, igual que la actividad real ha sido integralmente captada para la
edificación global de este resultado. Así la actual "liberación del trabajo", o
el aumento del ocio, no es de ninguna manera liberación en el trabajo ni
liberación de un mundo conformado por ese trabajo. Nada de la actividad perdida
en el trabajo puede reencontrarse en la sumisión a su resultado.
28
El sistema económico fundado en el aislamiento
es una producción circular del aislamiento. El aislamiento funda la técnica, y
el proceso técnico aísla a su vez. Del automóvil a la televisión, todos los
bienes seleccionados por el sistema espectacular son también las armas para el
reforzamiento constante de las condiciones de aislamiento de las "muchedumbres
solitarias". El espectáculo reproduce sus propios supuestos en forma cada vez
más concreta.
29
El origen del espectáculo es la pérdida de
unidad del mundo, y la expansión gigantesca del espectáculo moderno expresa la
totalidad de esta pérdida: la abstracción de todo trabajo particular y la
abstracción general del conjunto de la producción se traducen perfectamente en
el espectáculo, cuyo modo de ser concreto es justamente la abstracción. En el
espectáculo una parte del mundo se representa ante el mundo y le es superior. El
espectáculo no es más que el lenguaje común de esta separación. Lo que liga a
los espectadores no es sino un vínculo irreversible con el mismo centro que
sostiene su separación. El espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto
que separado.
30
La alienación del espectador en beneficio del
objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se
expresa así: cuanto más contempla menos vive; cuanto más acepta reconocerse en
las imágenes dominantes de la necesidad menos comprende su propia existencia y
su propio deseo. La exterioridad del espectáculo respecto del hombre activo se
manifiesta en que sus propios gestos ya no son suyos, sino de otro que lo
representa. Por eso el espectador no encuentra su lugar en ninguna parte, porque
el espectáculo está en todas.
31
El trabajador no se produce a sí mismo, produce
un poder independiente. El éxito de esta producción, su abundancia, vuelve al
productor como abundancia de la desposesión. Todo el tiempo y el espacio de su
mundo se le vuelven extraños con la acumulación de sus productos alienados. El
espectáculo es el mapa de este nuevo mundo, mapa que recubre exactamente su
territorio. Las mismas fuerzas que se nos han escapado se nos muestran en todo
su poderío.
32
El espectáculo en la sociedad corresponde a una
fabricación concreta de la alienación. La expansión económica es principalmente
la expansión de esta producción industrial precisa. Lo que crece con la economía
que se mueve por sí misma sólo puede ser la alienación que precisamente
encerraba su núcleo inicial.
33
El hombre separado de su producto produce cada
vez con mayor potencia todos los detalles de su mundo, y así se encuentra cada
vez más separado del mismo. En la medida en que su vida es ahora producto suyo,
tanto más separado está de su vida.
34
El espectáculo es el capital en un grado tal de
acumulación que se transforma en imagen.
Capítulo 2La mercancía como espectáculo.
La mercancía no
puede ser comprendida en su esencia auténtica sino como categoría universal del
ser social total. Solo en este contexto la reificación surgida de la relación
mercantil adquiere una significación decisiva, tanto para la evolución objetiva
de la sociedad como para la actitud de los hombres hacia ella, para la sumisión
de su conciencia a las formas en que esa reificación se expresa...Esta sumisión
se acrecienta aún por el hecho de que cuanto más aumentan la racionalización y
mecanización del proceso de trabajo, más pierde la actividad del trabajador su
carácter de actividad, para convertirse en actitud contemplativa.LUCKACS, Historia y conciencia de
clase.
35
En ese movimiento esencial del
espectáculo, que consiste en incorporarse todo lo que en la actividad humana
existía en estado fluido para poseerlo en estado coagulado como cosas que han
llegado a tener un valor exclusivo por su formulación en negativo del valor
vivido, reconocemos a nuestra vieja enemiga, que tan bien sabe presentarse al
primer golpe de vista como algo trivial que se comprende por sí mismo, cuando es
por el contrario tan compleja y está tan llena de sutilezas metafísicas, la
mercancía.
36
Éste es el principio del fetichismo
de la mercancía, la dominación de la sociedad por "cosas suprasensibles aunque
sensibles" que se cumple de modo absoluto en el espectáculo, donde el mundo
sensible se encuentra reemplazado por una selección de imágenes que existe por
encima de él y que al mismo tiempo se ha hecho reconocer como lo sensible por
excelencia.
37
El mundo a la vez presente y ausente
que el espectáculo hace ver es el mundo de la mercancía dominando todo lo que es
vivido. Y el mundo de la mercancía se muestra así tal como es, puesto que su
movimiento equivale al distanciamiento de los hombres entre sí y respecto de su
producto global.
38
La pérdida de cualidad, tan evidente
en todos los niveles del lenguaje espectacular, de los objetos que ensalza y de
las conductas que rige, no hace más que traducir los rasgos fundamentales de la
producción real que anula la realidad: la forma-mercancía es de parte a parte la
igualdad a sí misma, la categoría de lo cuantitativo. Desarrolla lo cuantitativo
y no puede desarrollarse más que en ello.
39
Este desarrollo que excluye lo
cualitativo está sujeto a su vez, en tanto que desarrollo, al salto cualitativo:
el espectáculo significa que ha transpuesto el umbral de su propia abundancia;
esto no es todavía cierto localmente más que en algunos puntos, pero sí lo es ya
a la escala universal que es la referencia original de la mercancía, referencia
que su movimiento práctico, unificando la tierra como mercado mundial, ha
verificado.
40
El desarrollo de las fuerzas
productivas ha sido la historia real inconsciente que ha construido y modificado
las condiciones de existencia de los grupos humanos como condiciones de
subsistencia y la extensión de estas condiciones: la base económica de todas sus
iniciativas. El sector de la mercancía ha sido, en el interior de una economía
natural, la constitución de un excedente de la subsistencia. La producción de
mercancías, que implica el cambio de productos diversos entre productores
independientes, ha podido seguir siendo artesanal durante mucho tiempo,
contenida en una función económica marginal donde su verdad cuantitativa todavía
estaba oculta. Sin embargo, allí donde encontró las condiciones sociales del
gran comercio y de la acumulación de capitales se apoderó del dominio total
sobre la economía. La economía entera se transformó entonces en lo que la
mercancía había mostrado ser en el curso de esta conquista: un proceso de
desarrollo cuantitativo. Este despliegue incesante del poderío económico bajo la
forma de la mercancía, que ha transformado el trabajo humano en
trabajo-mercancía, en salario, desembocó acumulativamente en una abundancia
donde la cuestión primaria de la subsistencia está sin duda resuelta, pero de
forma que siempre reaparezca: cada vez se plantea de nuevo en un grado superior.
El crecimiento económico libera las sociedades de la presión natural que exigía
su lucha inmediata por la subsistencia, pero aún no se han liberado de su
liberador. La independencia de la mercancía se ha extendido al conjunto de la
economía sobre la cual reina. La economía transforma el mundo, pero lo
transforma solamente en mundo de la economía. La seudo-naturaleza en la cual se
ha alienado el trabajo humano exige proseguir su servicio hasta el infinito, y
este servicio, no siendo juzgado ni absuelto más que por sí mismo, obtiene de
hecho la totalidad de los esfuerzos y de los proyectos socialmente lícitos como
servidores suyos. La abundancia de mercancías, es decir, de la relación
mercantil, no puede ser más que la subsistencia aumentada.
41
La dominación de la mercancía fue
ejercida inicialmente de una manera oculta sobre la economía, que a su vez, en
cuanto base material de la vida social, seguía sin percibirse y sin
comprenderse, como algo tan familiar que nos es desconocido. En una sociedad
donde la mercancía concreta es todavía escasa o minoritaria es la dominación
aparente del dinero la que se presenta como un emisario provisto de plenos
poderes que habla en nombre de una potencia desconocida. Con la revolución
industrial, la división manufacturera del trabajo y la producción masiva para el
mercado mundial, la mercancía aparece efectivamente como una potencia que viene
a ocupar realmente la vida social. Es entonces cuando se constituye la economía
política, como ciencia dominante y como ciencia de la dominación.
42
El espectáculo señala el momento en
que la mercancía ha alcanzado la ocupación total de la vida social. La relación
con la mercancía no sólo es visible, sino que es lo único visible: el mundo que
se ve es su mundo. La producción económica moderna extiende su dictadura
extensiva e intensivamente. Su reinado ya está presente a través de algunas
mercancías-vedettes en los lugares menos industrializados, en tanto que
dominación imperialista de las zonas que encabezan el desarrollo de la
productividad. En estas zonas avanzadas el espacio social es invadido por una
superposición continua de capas geológicas de mercancías. En este punto de la
"segunda revolución industrial" el consumo alienado se convierte para las masas
en un deber añadido a la producción alienada. Todo el trabajo vendido de una
sociedad se transforma globalmente en mercancía total cuyo ciclo debe
proseguirse. Para ello es necesario que esta mercancía total retorne
fragmentariamente al individuo fragmentado, absolutamente separado de las
fuerzas productivas que operan como un conjunto. Es aquí por consiguiente donde
la ciencia especializada de la dominación debe especializarse a su vez: se
fragmenta en sociología, psicotecnia, cibernética, semiología, etc., vigilando
la autorregulación de todos los niveles del proceso.
43
Mientras que en la fase primitiva de
la acumulación capitalista "la economía política no ve en el proletario sino al
obrero", que debe recibir el mínimo indispensable para la conservación de su
fuerza de trabajo, sin considerarlo jamás "en su ocio, en su humanidad", esta
posición de las ideas de la clase dominante se invierte tan pronto como el grado
de abundancia alcanzado en la producción de mercancías exige una colaboración
adicional del obrero. Este obrero redimido de repente del total desprecio que le
notifican claramente todas las modalidades de organización y vigilancia de la
producción, fuera de ésta se encuentra cada día tratado aparentemente como una
persona importante, con solícita cortesía, bajo el disfraz de consumidor.
Entonces el humanismo de la mercancía tiene en cuenta "el ocio y la humanidad"
del trabajador, simplemente porque ahora la economía política puede y debe
dominar esas esferas como tal economía política. Así "la negación consumada del
hombre" ha tomado a su cargo la totalidad de la existencia humana
44
El espectáculo es una guerra del
opio permanente dirigida a hacer que se acepte la identificación de los bienes
con las mercancías; y de la satisfacción con la subsistencia ampliada según sus
propias leyes. Pero si la subsistencia consumible es algo que debe aumentar
constantemente es porque no deja de contener la privación. Si no hay ningún más
allá de la subsistencia aumentada, ningún punto en el que pueda dejar de crecer,
es porque ella misma no está más allá de la privación, sino que es la privación
que ha llegado a ser más rica.
45
Con la automatización, que es a la
vez el sector más avanzado de la industria moderna y el modelo en el que se
resume perfectamente su práctica, el mundo de la mercancía tiene que superar
esta contradicción: la instrumentación técnica que suprime objetivamente el
trabajo debe al mismo tiempo conservar el trabajo como mercancía y como único
lugar de nacimiento de la mercancía. Para que la automatización, o cualquier
otra forma menos extrema de incrementar la productividad del trabajo, no
disminuya efectivamente el tiempo de trabajo social necesario a escala de la
sociedad, es preciso crear nuevos empleos. El sector terciario, los servicios,
es la ampliación inmensa de las metas de la armada de distribución y el elogio
de las mercancías actuales; movilización de fuerzas supletorias que
oportunamente encuentran, en la facticidad misma de las necesidades relativas a
tales mercancías, la necesidad de una organización tal del trabajo
hipotecado.
46
El valor de cambio no ha podido
formarse más que como agente del valor de uso, pero esta victoria por sus
propios medios ha creado las condiciones de su dominación autónoma. Movilizando
todo uso humano y apoderándose del monopolio sobre su satisfacción ha terminado
por dirigir el uso. El proceso de cambio se ha identificado con todo uso
posible, y lo ha reducido a su merced. El valor de cambio es el condotiero del
valor de uso que termina haciendo la guerra por su propia cuenta.
47
Esta constante de la economía
capitalista que es la baja tendencial del valor de uso desarrolla una nueva
forma de privación en el interior de la subsistencia aumentada, que no está ya
liberada de la antigua penuria, puesto que exige la participación de la gran
mayoría de los hombres, como trabajadores asalariados, en la prosecución
infinita de su esfuerzo; y cada uno sabe que tiene que someterse o morir. Es la
realidad de este chantaje, el hecho de que el consumo como uso bajo su forma más
pobre (comer, habitar) ya no existe sino aprisionado en la riqueza ilusoria de
la subsistencia aumentada, la verdadera base de la aceptación de la ilusión en
el consumo de las mercancías modernas en general. El consumidor real se
convierte en consumidor de ilusiones. La mercancía es esta ilusión efectivamente
real, y el espectáculo su manifestación general.
48
El valor de uso que estaba contenido
implícitamente en el valor de cambio debe ser ahora explícitamente proclamado,
en la realidad invertida del espectáculo, justamente porque su realidad efectiva
está corroída por la economía mercantil super-desarrollada: y la falsa vida
necesita una seudo-justificación.
49
El espectáculo es la otra cara del
dinero: el equivalente general abstracto de todas las mercancías. Pero si el
dinero ha dominado la sociedad como representación de la equivalencia central,
es decir, del carácter intercambiable de bienes múltiples cuyo uso seguía siendo
incomparable, el espectáculo es su complemento moderno desarrollado donde la
totalidad del mundo mercantil aparece en bloque, como una equivalencia general a
cuanto el conjunto de la sociedad pueda ser o hacer. El espectáculo es el dinero
que solamente se contempla porque en él la totalidad del uso ya se ha
intercambiado con la totalidad de la representación abstracta. El espectáculo no
es sólo el servidor del seudo-uso, él es ya en sí mismo el seudo-uso de la
vida.
50
El resultado concentrado del trabajo
social, en el momento de la abundancia económica, se transforma en aparente y
somete toda realidad a la apariencia, que es ahora su producto. El capital ya no
es el centro invisible que dirige el modo de producción: su acumulación lo
despliega hasta en la periferia bajo la forma de objetos sensibles. Toda la
extensión de la sociedad es su retrato.
51
La victoria de la economía autónoma
debe ser al mismo tiempo su perdición. Las fuerzas que ha desencadenado suprimen
la necesidad económica que fue la base inamovible de las sociedades antiguas. Al
reemplazarla por la necesidad del desarrollo económico infinito no puede sino
reemplazar la satisfacción de las primeras necesidades humanas, sumariamente
reconocidas, por una fabricación ininterrumpida de seudo-necesidades que se
resumen en una sola seudo-necesidad de mantener su reino. Pero la economía
autónoma se separa para siempre de la necesidad profunda en la medida en que
abandona el inconsciente social que dependía de ella sin saberlo. "Todo lo que
es consciente se desgasta. Lo que es inconsciente permanece inalterable. Pero
una vez liberado ¿no cae a su vez en ruinas?" (Freud).
52
En el momento en que la sociedad
descubre que depende de la economía, la economía, de hecho, depende de ella.
Esta potencia subterránea, que ha crecido hasta aparecer soberanamente, ha
perdido también su poder. Allí donde estaba el ello económico debe sobrevenir el
yo. El sujeto no puede surgir más que de la sociedad, es decir, de la lucha que
reside en ella misma. Su existencia posible está supeditada a los resultados de
la lucha de clases que se revela como el producto y el productor de la fundación
económica de la historia.
53
La conciencia del deseo y el deseo
de la conciencia conforman por igual este proyecto que, bajo su forma negativa,
pretende la abolición de las clases, es decir la posesión directa de los
trabajadores de todos los momentos de su actividad. Su contrario es la sociedad
del espectáculo, donde la mercancía se contempla a sí misma en el mundo que ha
creado.Capítulo 3
Unidad y división en la apariencia.
"Una animada
polémica nueva se desarrolla en el país en el frente de la filosofía, en
relación a los conceptos "uno se divide en dos" y "dos se fusionan en uno". Este
debate es una lucha entre los que están por y los que están contra la dialéctica
meterialista, una lucha entre dos concepciones del mundo: la concepción
proletaria y la concepción burguesa. Los que sostienen que "uno se divide en
dos" es la ley fundamental de las cosas, se sitúan del lado de la dialéctica
materialista: los que sostienen que la ley fundamental de las cosas es que "dos
se fusionan en uno" están contra la dialéctica materialista. Ambos lados han
dibujado una nítida línea de demarcación entre ellos y sus argumentos son
diametralmente opuestos. Esta polémica refleja en el plano ideológico la aguda y
compleja lucha de clases que se desarrolla en China y en el mundo."Bandera Roja de Pekín, 21 septiembre
1964.
54
El espectáculo, como la sociedad
moderna, está a la vez unido y dividido. Como ella, edifica su unidad sobre el
desgarramiento. Pero la contradicción, cuando emerge en el espectáculo, es a su
vez contradicha por una inversión de su sentido; de forma que la división
mostrada es unitaria, mientras que la unidad mostrada está dividida.
55
Es la lucha de los poderes que se
han constituido para la gestión del propio sistema socioeconómico la que se
despliega como contradicción oficial, cuando corresponde de hecho a la unidad
real; esto ocurre tanto a escala mundial como en el interior de cada
nación.
56
Las falsas luchas espectaculares
entre formas rivales de poder separado son al mismo tiempo reales en cuanto
expresan el desarrollo desigual y conflictivo del sistema, los intereses
relativamente contradictorios de las clases o de las subdivisiones de clases que
aceptan el sistema y definen su propia participación en su poder. Del mismo modo
que el desarrollo de la economía más avanzada lo constituye el enfrentamiento de
ciertas prioridades contra otras, la gestión totalitaria de la economía por una
burocracia de Estado y la condición de los países que se han encontrado ubicados
en la esfera de la colonización o semicolonización están definidas por
considerables particularidades en las modalidades de producción y de poder.
Estas diversas oposiciones pueden darse en el espectáculo según criterios
totalmente diferentes, como formas de sociedad absolutamente distintas. Pero
según su realidad efectiva de sectores particulares la verdad de su
particularidad reside en el sistema universal que las contiene: en el movimiento
único que ha hecho del planeta su campo, el capitalismo.
57
La sociedad portadora del
espectáculo no domina solamente por su hegemonía económica las regiones
subdesarrolladas. Las domina en tanto que sociedad del espectáculo. Donde la
base material todavía está ausente, la sociedad moderna ya ha invadido
espectacularmente la superficie social de cada continente. Define el programa de
una clase dirigente y preside su constitución. Así como presenta los
seudo-bienes a codiciar ofrece a los revolucionarios locales los falsos modelos
de la revolución. El espectáculo propio del poder burocrático que detentan
algunos países industriales forma parte precisamente del espectáculo total, como
su seudo-negación general y como su sostén. Si el espectáculo, contemplado en
sus diversas localizaciones, pone en evidencia las especializaciones
totalitarias de la palabra y de la administración social, éstas llegan a
fundirse, al nivel del funcionamiento global del sistema, en una división
mundial de tareas espectaculares.
58
La división de las tareas
espectaculares que conserva la generalidad del orden existente conserva
principalmente el polo dominante de su desarrollo. La raíz del espectáculo está
en el terreno de la economía que se ha vuelto de abundancia, y es de allí de
donde proceden los frutos que tienden finalmente a dominar el mercado
espectacular, a pesar de las barreras proteccionistas ideológico-policiales de
no importa qué espectáculo local que pretenda ser autárquico.
59
El movimiento de banalización que
bajo las diversiones cambiantes del espectáculo domina mundialmente la sociedad
moderna, la domina también en cada uno de los puntos donde el consumo
desarrollado de mercancías ha multiplicado aparentemente los roles y los objetos
a elegir. Las supervivencias de la religión y de la familia -que sigue siendo la
forma principal de herencia del poder de clase-, y por lo tanto de la represión
moral que ellas aseguran, puede combinarse como una misma cosa con la afirmación
redundante del disfrute de este mundo, que precisamente se ha producido como
seudo-disfrute que esconde la represión. A la aceptación beata de lo que existe
puede unirse también como una misma cosa la revuelta puramente espectacular:
esto expresa el simple hecho de que la insatisfacción misma se ha convertido en
una mercancía desde que la abundancia económica se ha sentido capaz de extender
su producción hasta llegar a tratar una tal materia prima.
60
Concentrando en ella la imagen de un
rol posible, la vedette, representación espectacular del hombre viviente,
concentra entonces esta banalidad. La condición de vedette es la especialización
de lo vivido aparente, el objeto de la identificación en la vida aparente sin
profundidad que debe compensar el desmenuzamiento de las especializaciones
productivas efectivamente vividas. Las vedettes existen para representar
diferentes estilos de vida y de comprensión de la sociedad, libres de ejercerse
globalmente. Encarnan el resultado inaccesible del trabajo social, remedando
subproductos de este trabajo que son mágicamente transferidos por encima de él
como su finalidad: el poder y las vacaciones, la decisión y el consumo que están
al principio y al final de un proceso indiscutido. Allí, es el poder
gubernamental quien se personaliza en seudo-vedette; aquí es la vedette del
consumo quien se hace plebiscitar como seudo-poder sobre lo vivido. Pero así
como las actividades de la vedette no son realmente globales, tampoco son
variadas.
61
El agente del espectáculo puesto en
escena como vedette es lo contrario al individuo, el enemigo del individuo en sí
mismo tan claramente como en los otros. Desfilando en el espectáculo como modelo
de identificación, ha renunciado a toda cualidad autónoma para identificarse con
la ley general de la obediencia al curso de las cosas. La vedette del consumo,
aun siendo exteriormente la representación de diferentes tipos de personalidad,
muestra a cada uno de estos tipos teniendo igualmente acceso a la totalidad del
consumo y encontrando una felicidad semejante. La vedette de la decisión debe
poseer el stock completo de lo que ha sido admitido como cualidades humanas. Así
las divergencias oficiales se anulan entre sí por el parecido oficial, que es la
presuposición de su excelencia en todo. Khruchtchev se convirtió en general para
decidir sobre la batalla de Kursch no sobre el terreno, sino en el vigésimo
aniversario, cuando se encontraba de jefe de Estado. Kennedy siguió siendo
orador hasta pronunciar su elogio sobre su propia tumba, puesto que Theodore
Sorensen continuó hasta ese momento redactando los discursos para el sucesor en
ese estilo que tanto había servido para hacer reconocer la personalidad del
desaparecido. Las personalidades admirables en quienes se personifica el sistema
son bien conocidas por no ser lo que son; han llegado a ser grandes hombres
descendiendo por debajo de la más mínima vida individual, y todos lo
saben.
62
La falsa elección en la abundancia
espectacular, elección que reside tanto en la yuxtaposición de espectáculos
concurrentes y solidarios como en la yuxtaposición de roles (significados y
contenidos principalmente en los objetos) que son exclusivos y están a la vez
imbricados, se desarrolla como lucha de cualidades fantasmagóricas destinadas a
apasionar la adhesión a la trivialidad cuantitativa. Así renacen falsas
oposiciones arcaicas, regionalismos o racismos encargados de transfigurar en
superioridad ontológica fantástica la vulgaridad de los lugares jerárquicos en
el consumo. Así se recompone la interminable serie de enfrentamientos ridículos
que movilizan un interés sublúdico, desde el deporte de competición hasta las
elecciones. Donde se ha instalado el consumo abundante, una oposición
espectacular principal entre jóvenes y adultos proyecta en primer plano los
falsos roles; puesto que en ninguna parte existe el adulto, dueño de su vida, y
la juventud, el cambio de lo existente, no es en modo alguno propiedad de
quienes son ahora jóvenes, sino del sistema económico, el dinamismo del
capitalismo. Son las cosas las que reinan y son jóvenes; las que se desplazan y
se reemplazan a sí mismas.
63
Es la unidad de la miseria lo que se
oculta bajo las oposiciones espectaculares. Si las distintas formas de la misma
alienación se combaten con el pretexto de la elección total es porque todas
ellas se edifican sobre las contradicciones reales reprimidas. Según las
necesidades del estadio particular de miseria que desmiente y mantiene, el
espectáculo existe bajo una forma concentrada o bajo una forma difusa. En ambos
casos, no es más que una imagen de unificación dichosa, rodeada de desolación y
espanto, en el centro tranquilo de la desdicha.
64
El espectáculo concentrado pertenece
esencialmente al capitalismo burocrático, aunque pueda ser importando como
técnica del poder estatal en economías mixtas más atrasadas o en ciertos
momentos de crisis del capitalismo avanzado. La propiedad burocrática está en
efecto ella misma concentrada en el sentido de que el burócrata individual no se
relaciona con la posesión de la economía global más que como intermediario de la
comunidad burocrática, en tanto que miembro de esta comunidad. Por otro lado la
producción de mercancías, menos desarrollada, se presenta también bajo una forma
concentrada: la mercancía que la burocracia retiene es el trabajo social total,
y lo que ella revende a la sociedad es su subsistencia en bloque. La dictadura
de la economía burocrática no puede dejar a las masas explotadas ningún margen
notable de elección, puesto que ha debido elegir todo por sí misma, y cualquier
otra elección exterior, ya se refiera a la alimentación o a la música, es ya por
consiguiente la elección de su destrucción total. Debe acompañarse de una
violencia permanente. La imagen compuesta de bien, en su espectáculo, acoge la
totalidad de lo que existe oficialmente y se concentra normalmente en un solo
hombre, que es el garante de su cohesión totalitaria. Cada uno debe
identificarse mágicamente con esta vedette absoluta o desaparecer. Porque se
trata del amo de su no-consumo y de la imagen heroica de un sentido aceptable
para la explotación absoluta que es, de hecho, la acumulación primitiva
acelerada por el terror. Si cada chino debe aprender a Mao, y ser así Mao, es
porque no puede ser otra cosa. Allí donde domina lo espectacular concentrado
domina también la policía.
65
Lo espectacular difuso acompaña a la
abundancia de mercancías, al desarrollo no perturbado del capitalismo moderno.
Aquí cada mercancía se justifica por separado en nombre de la grandeza de la
producción total de objetos, de la que el espectáculo es el catálogo
apologético. Afirmaciones inconciliables disputan sobre la escena del
espectáculo unificado de la economía abundante, igual que las diferentes
mercancías-vedettes sostienen simultáneamente sus proyectos contradictorios de
organización de la sociedad; donde el espectáculo de los automóviles requiere
una circulación perfecta que destruye las viejas ciudades, el espectáculo de la
ciudad misma necesita a su vez barrios-museos. En consecuencia, la satisfacción
ya de por sí problemática que se atribuye al consumo del conjunto queda
inmediatamente falsificada puesto que el consumidor real no puede tocar
directamente más que una sucesión de fragmentos de esta felicidad mercantil,
fragmentos en los que la calidad atribuida al conjunto está siempre
evidentemente ausente.
66
Cada mercancía determinada lucha por
sí misma, no puede reconocer a las otras, pretende imponerse en todas partes
como si fuera la única. El espectáculo es entonces el canto épico de esta
confrontación, que ninguna desilusión podría concluir. El espectáculo no canta a
los hombres y sus armas, sino a las mercancías y sus pasiones. En esta lucha
ciega cada mercancía, en la medida de su pasión, realiza de hecho en la
inconsciencia algo más elevado: el devenir mundo de la mercancía que es también
el devenir mercancía del mundo. Así, por una astucia de la razón mercantil, lo
particular de la mercancía se desgasta combatiendo, mientras que la
forma-mercancía va hacia su realización absoluta.
67
La satisfacción que la mercancía
abundante ya no puede brindar a través de su uso pasa a ser buscada en el
reconocimiento de su valor en tanto que mercancía: es el uso de la mercancía que
se basta a sí mismo; y para el consumidor, la efusión religiosa hacia la
libertad soberana de la mercancía. Olas de entusiasmo por un determinado
producto, apoyado y difundido por todos los medios de información, se propagan
así con gran intensidad. Un estilo de ropa sacado de una película; una revista
lanza clubs, que a su vez lanzan diversas panoplias. El gadget expresa el hecho
de que, en el momento en que la masa de mercancías se desliza hacia la
aberración, lo aberrante mismo deviene una mercancía especial. En los llaveros
publicitarios, por ejemplo, que no son ya productos sino regalos suplementarios
que acompañan prestigiosos objetos vendidos o que se producen para el
intercambio en su propia esfera, se reconoce la manifestación de un abandono
místico a la trascendencia de la mercancía. Quien colecciona los llaveros que
han sido fabricados para ser coleccionados acumula las indulgencias de la
mercancía, un signo glorioso de su presencia real entre sus fieles. El hombre
reificado exhibe con ostentación la prueba de su intimidad con la mercancía.
Como en los éxtasis de las convulsiones o los milagros del viejo fetichismo
religioso, el fetichismo de la mercancía alcanza momentos de excitación
ferviente. El único uso que se expresa aquí también es el uso fundamental de la
sumisión.
68
Sin duda, la seudo-necesidad
impuesta en el consumo moderno no puede contrastarse con ninguna necesidad o
deseo auténtico que no esté él mismo conformado por la sociedad y su historia.
Pero la mercancía abundante está allí como la ruptura absoluta de un desarrollo
orgánico de las necesidades sociales. Su acumulación mecánica libera un
artificial ilimitado, ante el que el deseo viviente queda desarmado. La potencia
acumulativa de un artificial independiente lleva consigo por todas partes la
falsificación de la vida social.
69
En la imagen de la unificación
dichosa de la sociedad por medio del consumo, la división real está solamente
suspendida hasta el próximo no-cumplimiento en lo consumible. Cada producto
particular que debe representar la esperanza de un atajo fulgurante para acceder
por fin a la tierra prometida del consumo total es presentado ceremoniosamente a
su vez como la singularidad decisiva. Pero como en el caso de la moda
instantánea de nombres de pila aparentemente aristocráticos que terminan
llevando casi todos los individuos de la misma edad, el objeto al que se supone
un poder singular sólo pudo ser propuesto a la devoción de las masas porque
había sido difundido en un número lo bastante grande de ejemplares para hacerlo
consumible masivamente. El carácter prestigioso de este producto cualquiera
procede de haber ocupado durante un momento el centro de la vida social, como el
misterio revelado de la finalidad última de la producción. El objeto que era
prestigioso en el espectáculo se vuelve vulgar desde el momento en que entra en
casa de este consumidor, al tiempo que en la de todos los demás. Revela
demasiado tarde su pobreza esencial, que asimila naturalmente de la miseria de
su producción. Pero ya es otro objeto el que lleva la justificación del sistema
y exige ser reconocido.
70
La impostura de la satisfacción debe
denunciarse a sí misma reemplazándose, siguiendo el cambio de los productos y de
las condiciones generales de la producción. Lo que afirmó con la más perfecta
imprudencia su excelencia definitiva cambia sin embargo en el espectáculo
difuso, aunque también en el concentrado, y es únicamente el sistema el que debe
continuar: tanto Stalin como la mercancía pasada de moda son denunciados por los
mismos que los impusieron. Cada nueva mentira de la publicidad es también la
confesión de su mentira precedente. Cada desplome de una figura del poder
totalitario revela la comunidad ilusoria que la apoyaba unánimemente, y que no
era más que un aglomerado de soledades sin ilusión.
71
Lo que el espectáculo ofrece como
perpetuo se funda sobre el cambio y debe cambiar con su base. El espectáculo es
absolutamente dogmático y al mismo tiempo no puede desembocar realmente en
ningún dogma sólido. Nada se detiene para él; éste es su estado natural y a la
vez lo más contrario a su inclinación.
72
La unidad irreal que proclama el
espectáculo enmascara la división de clases sobre la que reposa la unidad real
del modo de producción capitalista. Lo que obliga a los productores a participar
en la edificación del mundo es también lo que los separa. Lo que pone en
relación a los hombres liberados de sus limitaciones locales y nacionales es
también lo que les aleja. Lo que obliga a profundizar en lo racional es también
lo que da pábulo a lo irracional de la explotación jerárquica y de la represión.
Lo que hace el poder abstracto de la sociedad hace su no-libertad
concreta.Capítulo 4
El proletariado como sujeto y como representación
"El derecho
igualitario de todos a los bienes y placeres de este mundo, la destrucción de
toda autoridad, la negación de todo freno moral; he ahí, si descendemos hasta el
fondo de las cosas, la razón de ser de la insurrección del 18 de marzo y el
programa de la temible asociación que le ha suministrado un ejército."Investigación parlamentaria sobre la insurrección del 18
de marzo
73
El movimiento real que suprime las
condiciones existentes gobierna la sociedad a partir de la victoria de la
burguesía en la economía, y lo hace visiblemente tras la traducción política de
esta victoria. El desarrollo de las fuerzas productivas ha hecho estallar las
antiguas relaciones de producción y todo orden estático se desploma. Todo lo que
era absoluto se convierte en histórico.
74
Al ser lanzados en la historia, al
tener que participar en el trabajo y las luchas que la constituyen, los hombres
se ven forzados a afrontar sus relaciones de una forma que no sea engañosa. Esta
historia no tiene otro objeto que el que ella realiza sobre sí misma, aunque la
visión metafísica última inconsciente de la época histórica pueda contemplar la
progresión productiva a través de la cual la historia se despliega como el
objeto mismo de la historia. El sujeto
de la historia no puede ser sino lo viviente produciéndose a sí mismo,
convirtiéndose en dueño y poseedor de su mundo que es la historia y existiendo
como conciencia de su juego.
75
Como una misma corriente se
desarrollan las luchas de clases de la larga época revolucionaria inaugurada por el ascenso
de la burguesía y el pensamiento de la
historia, la dialéctica, el pensamiento que ya no se detiene en la
búsqueda del sentido de lo existente, sino que se eleva al conocimiento de la
disolución de todo lo que es; y en el movimiento disuelve toda
separación.
76
Hegel ya no tuvo que interpretar el mundo, sino la transformación del mundo. Al interpretar solamente la transformación Hegel
no es sino la conclusión filosófica de
la filosofía. Quiere comprender un mundo que se
hace a sí mismo. Este pensamiento histórico no es todavía sino la
conciencia que siempre llega demasiado tarde y que enuncia la justificación
post festum. De modo que no supera la
separación más que en el pensamiento. La
paradoja que consiste en suspender el sentido de toda realidad en su consumación
histórica y en revelar al mismo tiempo este sentido constituyéndose en
consumación de la historia se desprende del simple hecho de que el pensador de
las revoluciones burguesas de los siglos XVII y XVIII no buscó en su filosofía
más que la reconciliación con el resultado de éstas. "Del mismo modo como
filosofía de la revolución burguesa no expresa todo el proceso de esta
revolución, sino solamente su conclusión última. En este sentido, ésta no es una
filosofía de la revolución, sino de la restauración." (Karl Korsch. Tesis sobre
Hegel y la revolución). Hegel hizo por última vez el trabajo del filósofo, la
"glorificación de lo que existe"; pero aquello que existía para él ya no podía
ser sino la totalidad del movimiento histórico. La posición exterior del
pensamiento, que en realidad se mantenía, sólo podía ser enmascarada mediante su
identificación con un proyecto previo del Espíritu, héroe absoluto que ha hecho
lo que ha querido y ha querido lo que ha hecho, y cuya realización coincide con
el presente. Así, la filosofía que muere en el pensamiento de la historia no
puede ya glorificar su mundo más que renegando de él, pues para tomar la palabra
es preciso suponer concluida esta historia total allí donde ella condujo todo; y
cerrar la sesión del único tribunal donde puede ser dictada la sentencia de la
verdad.
77
Cuando el proletariado manifiesta
por su propia existencia en actos que este pensamiento de la historia no se ha
olvidado el desmentido de la conclusión es también la confirmación del
método.
78
El pensamiento de la historia no
puede ser salvado más que transformándose en pensamiento práctico; y la práctica
del proletariado como clase revolucionaria no puede ser menos que la conciencia
histórica operando sobre la totalidad de su mundo. Todas las corrientes teóricas
del movimiento obrero revolucionario han surgido de un enfrentamiento crítico
con el pensamiento hegeliano, tanto en el caso de Marx como en el de Stirner o
Bakunin.
79
El carácter inseparable de la teoría
de Marx y del método hegeliano es a su vez inseparable del carácter
revolucionario de esta teoría, es decir, de su verdad. Es en esto en lo que esta
primera relación ha sido generalmente ignorada o mal comprendida, o incluso
denunciada como el punto débil de lo que devenía engañosamente en una doctrina
marxista. Bernstein, en Socialismo teórico y socialdemocracia práctica, revela
perfectamente esta conexión del método dialéctico y de la toma de posición
histórica, lamentando las previsiones poco científicas del Manifiesto de 1847
sobre la inminencia de la revolución proletaria en Alemania: "Esta autosugestión
histórica, tan errónea como la podría haber concebido cualquier visionario
político, sería incomprensible en el caso de Marx, que en esta época ya había
estudiado seriamente la economía, si no se viera en ella el resultado de un
resto de dialéctica antitética hegeliana de la que ni Marx ni Engels supieron
nunca deshacerse completamente. En estos tiempos de efervescencia general esto
fue más fatal aún para ellos".
80
La inversión que Marx efectúa para
una "salvación por transferencia" del pensamiento de las revoluciones burguesas
no consiste en reemplazar trivialmente por el desarrollo materialista de las
fuerzas productivas el recorrido del Espíritu hegeliano yendo a su propio
encuentro en el tiempo, cuya objetivación es idéntica a su alienación y cuyas
heridas históricas no dejan cicatrices. La historia que deviene real ya no tiene
fin. Marx destruyó la posición separada de Hegel ante lo que sucede; y la
contemplación de un agente supremo exterior, sea el que sea. La teoría no tiene
que conocer más que lo que ella hace. Por el contrario la contemplación del
movimiento de la economía, en el pensamiento dominante de la sociedad actual es
la heredera no subvertida de la parte no-dialéctica del intento hegeliano de
componer un sistema circular: es una aprobación que ha perdido la dimensión del
concepto y que no necesita justificarse en un hegelianismo, puesto que el
movimiento que se trata de ensalzar no es más que un sector sin pensamiento del
mundo, cuyo desarrollo mecánico domina efectivamente el todo. El proyecto de
Marx es el de una historia consciente. Lo cuantitativo que surge en el
desarrollo ciego de las fuerzas productivas simplemente económicas debe
cambiarse por la apropiación histórica cualitativa. La crítica de la economía
política es el primer acto de este fin de la prehistoria: "De todos los
instrumentos de producción, el de mayor poder productivo es la clase
revolucionaria misma".
81
Lo que ata estrechamente la teoría
de Marx al pensamiento científico es la comprensión racional de las fuerzas que
se ejercen realmente en la sociedad. Sin embargo es fundamentalmente un más allá
del pensamiento científico, donde éste está conservado en tanto que superado: se
trata de una comprensión de la lucha, y en modo alguno de la ley. "Conocemos una
sola ciencia: la ciencia de la historia", dice La ideología alemana.
82
La época burguesa, que pretende
fundar científicamente la historia, descuida el hecho de que esta ciencia
disponible debió más bien ser ella misma fundada históricamente con la economía.
Inversamente, la historia sólo depende radicalmente de este conocimiento en
tanto que sigue siendo historia económica. El punto de vista de la observación
científica ha podido descuidar por otro lado en qué medida toma parte la
historia en la economía misma -el proceso global que modifica sus propios datos
científicos de base-. Es lo que muestra la vanidad de los cálculos socialistas
que creían haber establecido la periodicidad exacta de las crisis; y desde que
la intervención constante del Estado ha logrado compensar el efecto de las
tendencias a la crisis el mismo género de razonamiento ve en este equilibrio una
armonía económica definitiva. El proyecto de superar la economía, de la toma de
posesión de la historia, debe conocer - y atraer hacia sí - la ciencia de la
sociedad, no puede ser él mismo científico. En este último movimiento que cree
dominar la historia presente mediante un conocimiento científico el punto de
vista revolucionario sigue siendo burgués.
83
Las corrientes utópicas del
socialismo, aunque fundadas a su vez históricamente en la crítica de la
organización social existente, pueden ser justamente calificadas de utópicas en
la medida en que rechazan la historia -es decir, la lucha real en curso, así
como el movimiento del tiempo más allá de la perfección inmutable de su imagen
de sociedad feliz-, pero no porque rechacen la ciencia. Los pensadores utopistas
están por el contrario enteramente dominados por el pensamiento científico, tal
como se había impuesto en los siglos precedentes. Ellos buscan el
perfeccionamiento de este sistema racional general: no se consideran en modo
alguno como profetas desarmados, puesto que creen en el poder social de la
demostración científica e incluso, en el caso del saintsimonismo, en la toma del
poder por la ciencia. Al respecto, dice Sombart, "¿Pretendían arrancar mediante
luchas lo que debe ser probado?" No obstante la concepción científica de los
utópicos no se extiende a este conocimiento de que los grupos sociales tienen
intereses en una situación existente, fuerzas para mantenerla, y también formas
de falsa conciencia correspondientes a tales posiciones. Queda muy retrasada
respecto a la realidad histórica del desarrollo de la ciencia misma, que se ha
encontrado en gran parte orientada por la demanda social derivada de tales
factores, que selecciona no solamente lo que puede ser admitido, sino también lo
que puede ser investigado. Los socialistas utópicos siguen prisioneros del modo
de exposición de la verdad científica, conciben esta verdad según su pura imagen
abstracta, tal como les había sido impuesta en una etapa muy anterior de la
sociedad. Como subrayó Sorel, los utópicos piensan descubrir y demostrar las
leyes de la sociedad sobre el modelo de la astronomía. La armonía a la que
aspiran, hostil a la historia, deriva de un intento de aplicación de la ciencia
a la sociedad menos dependiente de la historia. Intenta hacerse reconocer con la
misma inocencia experimental que el newtonismo, y el destino feliz
constantemente postulado "juega en su ciencia social un papel análogo al que le
corresponde a la inercia en la mecánica racional" (Materiales para una historia
del proletariado).
84
El aspecto determinista-científico
en el pensamiento de Marx fue precisamente la brecha por la cual penetró el
proceso de "ideologización", todavía vivo él, y en mayor medida en la herencia
teórica legada al movimiento obrero. La llegada del sujeto de la historia es
retrasada todavía para más tarde, y es la ciencia histórica por excelencia, la
economía, quien tiende cada vez en mayor medida a garantizar la necesidad de su
propia negación futura. Pero con ello se rechaza fuera del campo de la visión
teórica la práctica revolucionaria que es la única verdad de esta negación. Así,
es importante estudiar pacientemente el desarrollo económico, y admitir todavía,
con una tranquilidad hegeliana, la aflicción, lo que sigue siendo, en su
resultado, "un cementerio de buenas intenciones". Se descubre que ahora, según
la ciencia de las revoluciones, la conciencia llega siempre demasiado pronto y
deberá ser enseñada. "La historia nos ha desmentido, a nosotros y a todos los
que pensaban como nosotros. Ha demostrado claramente que el estado del
desarrollo económico en el continente no se hallaba todavía ni mucho menos
maduro...", dirá Engels en 1895. Toda su vida Marx ha mantenido el punto de
vista unitario de su teoría, pero la exposición de su teoría fue planteada sobre
el terreno del pensamiento dominante precisándose bajo la forma de críticas de
disciplinas particulares, principalmente la crítica a la ciencia fundamental de
la sociedad burguesa, la economía política. Esta mutilación, ulteriormente
aceptada como definitiva, es la que ha constituido el "marxismo".
85
El defecto en la teoría de Marx es
naturalmente el defecto de la lucha revolucionaria del proletariado de su época.
La clase obrera no decretó la revolución en permanencia en la Alemania de 1848;
la Comuna fue vencida en el aislamiento. De esa manera la teoría revolucionaria
no puede alcanzar todavía su existencia propia total. El encontrarse reducido a
defenderla y precisarla en la separación del trabajo académico en el British
Museum implicaba una pérdida en la teoría misma. Son precisamente las
justificaciones científicas extraídas sobre el futuro del desarrollo de la clase
obrera y la práctica organizativa ligada a estas justificaciones las que se
convertirán en los obstáculos de la conciencia proletaria en un estadio más
avanzado.
86
Toda insuficiencia teórica en la
defensa científica de la revolución proletaria puede estar relacionada, tanto
por el contenido como por la forma de la exposición, con una identificación del
proletariado con la burguesía desde el punto de vista de la toma revolucionaria
del poder.
87
La tendencia a fundamentar una
demostración de la legalidad científica del poder proletario haciendo inventario
de experimentaciones repetidas del pasado oscurece desde el Manifiesto el
pensamiento histórico de Marx, haciéndole sostener una imagen lineal del
desarrollo de los modos de producción, arrastrada por luchas de clases que
terminarían en cada caso "en una transformación revolucionaria de la sociedad
entera o en la destrucción común de las clases en lucha". Pero en la realidad
observable de la historia, así como en "el modo de producción asiático", como
Marx constató en otro lugar, conservaba su inmovilidad a pesar de todos los
enfrentamientos de clase, y ni las sublevaciones de los siervos vencieron jamás
a los barones ni las revueltas de esclavos de la antigüedad a los hombres
libres. El esquema lineal pierde de vista ante todo el hecho de que la burguesía
es la única clase revolucionaria que ha llegado a vencer; y al mismo tiempo la
única para la cual el desarrollo de la economía ha sido causa y consecuencia de
su apropiación de la sociedad. La misma simplificación condujo a Marx a
descuidar el papel económico del Estado en la gestión de una sociedad: la de
clases. Si la burguesía ascendente pareció liberar la economía del Estado fue
sólo en la medida en que el antiguo Estado se confundía con el instrumento de
una dominación de clase en una economía estática. La burguesía desarrolló su
poderío económico autónomo en el período medieval de debilitamiento del Estado,
en el momento de fragmentación feudal del equilibrio de poderes. Pero el Estado
moderno que con el mercantilismo comenzó a apoyar el desarrollo de la burguesía
y que finalmente se convirtió en su Estado a la hora de "laissez faire, laissez
passer" va a revelarse ulteriormente dotado de un poder central en la gestión
calculada del proceso económico. Marx pudo sin embargo describir en el
bonapartismo este esbozo de la burocracia estatal moderna, fusión del capital y
del Estado, constitución de un "poder nacional del capital sobre el trabajo, de
una fuerza pública organizada para la esclavización social", donde la burguesía
renuncia a toda vía histórica que no sea su reducción a la historia económica de
las cosas y ve bien "estar condenada a la misma nulidad política que las otras
clases". Aquí están ya puestas las bases sociopolíticas del espectáculo moderno,
que define negativamente al proletariado como el único pretendiente a la vía
histórica.
88
Las dos únicas clases que
corresponden efectivamente a la teoría de Marx, las dos clases puras hacia las
cuales conduce todo el análisis de El Capital, la burguesía y el proletariado,
son igualmente las dos únicas clases revolucionarias de la historia, pero en
condiciones diferentes: la revolución burguesa está hecha; la revolución
proletaria es un proyecto nacido sobre la base de la revolución precedente, pero
difiriendo de ella cualitativamente. Descuidando la originalidad del papel
histórico de la burguesía se enmascara la originalidad concreta de este proyecto
proletario que no puede esperar nada si no es llevando sus propios colores y
conociendo "la inmensidad de sus tareas". La burguesía ha llegado al poder
porque es la clase de la economía en desarrollo. El proletariado sólo puede
tener él mismo el poder transformándose en la clase de la conciencia. La
maduración de las fuerzas productivas no puede garantizar un poder tal, ni
siquiera por el desvío de la desposesión acrecentada que entraña. La toma
jacobina del Estado no puede ser su instrumento. Ninguna ideología puede
servirle para disfrazar los fines parciales bajo fines generales, porque no
puede conservar ninguna realidad parcial que sea efectivamente suya.
89
Si Marx, en un periodo determinado
de su participación en la lucha del proletariado, esperó demasiado de la
previsión científica, hasta el punto de crear la base intelectual de las
ilusiones del economicismo, sabemos que él no sucumbió personalmente a ella. En
una carta muy conocida del 7 de diciembre de 1867, acompañando un artículo donde
él mismo critica El Capital, artículo que Engels debía hacer pasar a la prensa
como si procediese de un adversario, Marx ha expuesto claramente el límite de su
propia ciencia: "...La tendencia subjetiva del autor (que tal vez le imponían su
posición política y su pasado), es decir la manera en que presentaba a los otros
el resultado último del movimiento actual, del proceso social actual, no tiene
ninguna relación con su análisis real". Así Marx, denunciando él mismo las
"conclusiones tendenciosas" de su análisis objetivo y mediante la ironía del
"tal-vez" al referirse a las opciones extracientíficas que se le habrían
impuesto muestra al mismo tiempo la clave metodológica de la fusión de ambos
aspectos.
90
Es en la lucha histórica misma donde
es necesario realizar la fusión de conocimiento y de acción, de tal forma que
cada uno de estos términos sitúe en el otro la garantía de su verdad. La
constitución de la clase proletaria en sujeto es la organización de las luchas
revolucionarias y la organización de la sociedad en el momento revolucionario:
es allí donde deben existir las condiciones prácticas de la conciencia, en las
cuales la teoría de la praxis se confirma convirtiéndose en teoría práctica. Sin
embargo esta cuestión central de la organización ha sido la menos enfrentada por
la teoría revolucionaria en la época en que se fundó el movimiento obrero, es
decir, cuando esta teoría poseía todavía el carácter unitario derivado del
pensamiento de la historia (que precisamente se había propuesto tratar de
desarrollar como una práctica histórica unitaria). Allí reside por el contrario
la inconsecuencia de esta teoría, que asume el recuperar los métodos de
aplicación estatistas y jerárquicos adoptados de la revolución burguesa. Las
formas de organización del movimiento obrero desarrolladas a partir de esta
renuncia de la teoría tendieron a su vez a impedir el mantenimiento de una
teoría unitaria, disolviéndola en diversos conocimientos especializados y
parcelarios. Esta alienación ideológica de la teoría ya no puede reconocer
entonces la verificación práctica del pensamiento histórico unitario que ella ha
traicionado, cuando tal verificación surge en la lucha espontánea de los
obreros: solamente puede cooperar en la represión de su manifestación y su
memoria. Si embargo estas formas históricas aparecidas en la lucha son
justamente el medio práctico que faltaba a la teoría para ser verdadera. Son una
exigencia de la teoría, pero que no había sido formulada teóricamente. El soviet
no fue un descubrimiento de la teoría. Y la más alta verdad teórica de la
Asociación Internacional de los Trabajadores era su propia existencia en la
práctica.
91
Los primeros éxitos de la lucha de
la Internacional la llevaban a liberarse de las influencias confusas de la
ideología dominante que subsistían en ella. Pero la derrota y la represión que
pronto halló hicieron pasar al primer plano un conflicto entre dos concepciones
de la revolución proletaria que contienen ambas una dimensión autoritaria para
la cual la auto-emancipación consciente de la clase es abandonada. En efecto, la
querella que llegó a ser irreconciliable entre los marxistas y los bakuninistas
era doble, tratando a la vez sobre el poder en la sociedad revolucionaria y
sobre la organización presente del movimiento, y al pasar de uno a otro de estos
aspectos, la posición de los adversarios se invierte. Bakunin combatía la
ilusión de una abolición de las clases por el uso autoritario del poder estatal,
previendo la reconstitución de una clase dominante burocrática y la dictadura de
los más sabios o de quienes fueran reputados como tales. Marx, que creía que una
maduración inseparable de las contradicciones económicas y de la educación
democrática de los obreros reduciría el papel de un Estado proletario a una
simple fase de legislación de nuevas relaciones sociales objetivamente
impuestas, denunciaba en Bakunin y sus partidarios el autoritarismo de una élite
conspirativa que se había colocado deliberadamente por encima de la
Internacional y concebía el extravagante designio de imponer a la sociedad la
dictadura irresponsable de los más revolucionarios o de quienes se designasen a
sí mismos como tales. Bakunin reclutaba efectivamente a sus partidarios sobre
una perspectiva tal: "Pilotos invisibles en medio de la tempestad popular,
nosotros debemos dirigirla, no por un poder ostensible sino por la dictadura
colectiva de todos los aliados. Dictadura sin banda, sin título, sin derecho
oficial, y tanto más poderosa cuanto que no tendrá ninguna de las apariencias
del poder." Así se enfrentaron dos ideologías de la revolución obrera
conteniendo cada una una crítica parcialmente verdadera, pero perdiendo la
unidad del pensamiento de la historia e instituyéndose ellas mismas en
autoridades ideológicas. Organizaciones poderosas, como la social-democracia
alemana y la Federación Anarquista Ibérica sirvieron fielmente a una u otra de
estas ideologías; y en todas partes el resultado ha sido enormemente diferente
del que se deseaba.
92
El hecho de considerar la finalidad
de la revolución proletaria como inmediatamente presente constituye a la vez la
grandeza y la debilidad de la lucha anarquista real (ya que en sus variantes
individualistas, las pretensiones del anarquismo resultan irrisorias). Del
pensamiento histórico de las luchas de clases modernas el anarquismo
colectivista retiene únicamente la conclusión, y su exigencia absoluta de esta
conclusión se traduce igualmente en un desprecio deliberado del método. Así su
crítica de la lucha política ha seguido siendo abstracta, mientras que su
elección de la lucha económica sólo es afirmada en función de la ilusión de una
solución definitiva arrancada de un solo golpe en este terreno, el día de la
huelga general o de la insurrección. Los anarquistas tienen un ideal a realizar.
El anarquismo es la negación todavía ideológica del Estado y de las clases, es
decir, de las condiciones sociales mismas de la ideología separada. Es la
ideología de la pura libertad que todo lo iguala y que aleja toda idea del mal
histórico. Este punto de vista de la fusión de todas las exigencias parciales ha
dado al anarquismo el mérito de representar el rechazo de las condiciones
existentes para el conjunto de la vida, y no alrededor de una especialización
crítica privilegiada; pero siendo considerada esta fusión en lo absoluto según
el capricho individual antes que en su realización efectiva ha condenado también
al anarquismo a una incoherencia fácilmente constatable. El anarquismo no tiene
más que repetir y poner en juego en cada lucha su misma y simple conclusión
total, porque esta primera conclusión era identificada desde el origen con la
culminación integral del movimiento. Bakunin podía pues escribir en 1873, al
abandonar la Federación Jurasiana: "En los últimos nueve años se han
desarrollado en el seno d e la Internacional más ideas de las que serían
necesarias para salvar el mundo, si las ideas solas pudieran salvarlo, y desafío
a cualquiera a inventar una nueva. El tiempo ya no pertenece a las ideas, sino a
los hechos y a los actos." Sin duda esta concepción conserva del pensamiento
histórico del proletariado esta certeza de que las ideas deben llegar a ser
prácticas, pero abandona el terreno histórico suponiendo que las formas
adecuadas de este paso a la práctica están ya encontradas y no variarán
más.
93
Los anarquistas, que se distinguen
explícitamente del conjunto del movimiento obrero por su convicción ideológica,
van a reproducir entre ellos esta separación de competencias, proporcionando un
terreno favorable a la dominación informal sobre toda organización anarquista de
los propagandistas y defensores de su propia ideología, especialistas tanto más
mediocres cuanto que por regla general su actividad intelectual se propone
principalmente la repetición de algunas verdades definitivas. El respeto
ideológico de la unanimidad en la decisión ha favorecido más bien la autoridad
incontrolada en la organización misma de especialistas de la libertad; y el
anarquismo revolucionario espera del pueblo liberado el mismo tipo de
unanimidad, obtenida por los mismos medios. Por otra parte, el rechazo a
considerar la oposición de las condiciones entre una minoría agrupada en la
lucha actual y la sociedad de los individuos libres ha alimentado una permanente
separación de los anarquistas en el momento de la decisión común, como lo
muestra el ejemplo de una infinidad de insurrecciones anarquistas en España,
limitadas y aplastadas en un plano local.
94
La ilusión sostenida más o menos
explícitamente en el anarquismo auténtico es la inminencia permanente de una
revolución que deberá dar razón a la ideología y al modo de organización
práctica derivado de la ideología, llevándose a término instantáneamente. El
anarquismo ha conducido realmente, en 1936, una revolución social y el esbozo
más avanzado que ha existido de un poder proletario. En esta circunstancia
todavía hay que hacer notar, por una parte, que la señal de insurrección general
fue impuesta por el pronunciamiento del ejército. Por otra parte, en la medida
en que esta revolución no había sido concluida en los primeros días, por el
hecho de la existencia de un poder franquista en la mitad del país, apoyado
fuertemente por el extranjero mientras que el resto del movimiento proletario
internacional ya estaba vencido, y por el hecho de la supervivencia de fuerzas
burguesas o de otros partidos obreros estatistas en el campo de la República, el
movimiento anarquista organizado se ha mostrado incapaz de extender las
semi-victorias de la revolución e incluso de defenderlas. Sus jefes reconocidos
han llegado a ser ministros y rehenes del Estado burgués que destruía la
revolución para perder la guerra civil.
95
El "marxismo ortodoxo" de la II
Internacional es la ideología científica de la revolución socialista que
identifica toda su verdad con el proceso objetivo en la economía y con el
progreso de un reconocimiento de esta necesidad en la clase obrera educada por
la organización. Esta ideología reencuentra la confianza en la demostración
pedagógica que había caracterizado el socialismo utópico, pero ajustada a una
referencia contemplativa hacia el curso de la historia: sin embargo, tal actitud
ha perdido la dimensión hegeliana de una historia total tanto como la imagen
inmóvil de la totalidad presente en la crítica utopista (al más alto grado, en
el caso de Fourier). De semejante actitud científica, que no podía menos que
relanzar en simetría las elecciones éticas, proceden las frivolidades de
Hilferding cuando precisa que reconocer la necesidad del socialismo no aporta
"ninguna indicación sobre la actitud práctica a adoptar. Pues una cosa es
reconocer una necesidad y otra ponerse al servicio de esta necesidad" (Capital
financiero). Los que han ignorado que el pensamiento unitario de la historia,
para Marx y para el proletariado revolucionario no se distinguía en nada de una
actitud práctica a adoptar debían ser normalmente víctimas de la práctica que
simultáneamente habían adoptado.
96
La ideología de la organización
social-demócrata se ponía en manos de los profesores que educaban a la clase
obrera, y la forma de organización adoptada era la forma adecuada a este
aprendizaje pasivo. La participación de los socialistas de la II Internacional
en las luchas políticas y económicas era efectivamente concreta, pero
profundamente no-crítica. Estaba dirigida, en nombre de la ilusión
revolucionaria, según una práctica manifiestamente reformista. Así la ideología
revolucionaria debía ser destruida por el éxito mismo de quienes la sostenían.
La separación de los diputados y los periodistas en el movimiento arrastraba
hacia el modo de vida burgués a los que ya habían sido reclutados de entre los
intelectuales burgueses. La burocracia sindical constituía en agentes
comerciales de la fuerza de trabajo, para venderla como mercancía a su justo
precio, a aquellos mismos que eran reclutados a partir de las luchas de los
obreros industriales y escogidos entre ellos. Para que la actividad de todos
ellos conservara algo de revolucionaria hubiera hecho falta que el capitalismo
se encontrara oportunamente incapaz de soportar económicamente este reformismo
cuya agitación legalista toleraba políticamente. Su ciencia garantizaba tal
incompatibilidad; y la historia la desmentía en todo momento.
97
Esta contradicción que Bernstein, al
ser el socialdemócrata más alejado de la ideología política y el más francamente
adherido a la metodología de la ciencia burguesa, tuvo la honestidad de querer
mostrar - y el movimiento reformista de los obreros ingleses lo había mostrado
también al prescindir de la ideología revolucionaria - no debía sin embargo ser
demostrada de modo terminante más que por el propio desarrollo histórico.
Bernstein, por otra parte lleno de ilusiones, había negado que una crisis de la
producción capitalista viniera milagrosamente a empujar hacia delante a los
socialistas que no querían heredar la revolución más que por esta consagración
legítima. El momento de profundos trastornos sociales que surgió con la primera
guerra mundial, aunque fue fértil en toma de conciencia, demostró por dos veces
que la jerarquía social-demócrata no había educado revolucionariamente a los
obreros alemanes, ni los había convertido en teóricos: la primera cuando la gran
mayoría del partido se unió a la guerra imperialista, la segunda cuando, en el
fracaso, aplastó a los revolucionarios espartaquistas. El ex-obrero Ebert creía
todavía en el pecado, puesto que confesaba odiar la revolución "como al pecado".
Y este mismo dirigente se mostró buen precursor de la representación socialista
que debía poco después oponerse como enemigo absoluto al proletariado de Rusia y
de otros países, al formular el programa exacto de esta nueva alienación: "El
socialismo quiere decir trabajar mucho".
98
Lenin no ha sido, como pensador
marxista, sino el kautskista fiel y consecuente que aplicaba la ideología
revolucionaria de este "marxismo ortodoxo" en las condiciones rusas, condiciones
que no permitían la práctica reformista que la II Internacional llevaba consigo
en contrapartida. La dirección exterior del proletariado, actuando por medio de
un partido clandestino disciplinado, sometido a los intelectuales convertidos en
"revolucionarios profesionales", constituye aquí una profesión que no quiere
pactar con ninguna profesión dirigente de la sociedad capitalista (el régimen
político zarista era por otra parte incapaz de ofrecer tal apertura que se basa
en un estado avanzado del poder de la burguesía). Se convierte pues en la
profesión de la dirección absoluta de la sociedad.
99
El radicalismo ideológico
autoritario de los bolcheviques se desplegó a escala mundial con la guerra y el
hundimiento ante ella de la socialdemocracia internacional. El sangriento final
de las ilusiones democráticas del movimiento obrero había hecho del mundo entero
una Rusia, y el bolchevismo, reinando sobre la primera ruptura revolucionaria
que había traído consigo esta época de crisis, ofrecía al proletariado de todos
los países su modelo jerárquico e ideológico para "hablar en ruso" a la clase
dominante. Lenin no reprochó al marxismo de la II Internacional ser una
ideología revolucionaria, sino haber dejado de serlo.
100
El mismo momento histórico en que
el bolchevismo ha triunfado por sí mismo en Rusia y la social-democracia ha
combatido victoriosamente por el viejo mundo marca el nacimiento acabado de un
orden de cosas que es el centro de la dominación del espectáculo moderno: la
representación obrera se ha opuesto radicalmente a la clase.
101
"En todas las revoluciones
anteriores", escribía Rosa Luxemburgo en la Rote Fahne del 21 de diciembre de
1918, "los combatientes se enfrentaban a cara descubierta: clase contra clase,
programa contra programa. En la revolución presente las tropas de protección del
antiguo régimen no intervienen bajo el estandarte de las clases dirigentes, sino
bajo la bandera de un 'partido social-demócrata'. Si la cuestión central de la
revolución fuera planteada abierta y honradamente: capitalismo o socialismo,
ninguna duda, ninguna vacilación serían hoy posibles en la gran masa del
proletariado." Así, días antes de su destrucción, la corriente radical del
proletariado alemán descubría el secreto de las nuevas condiciones que había
creado todo el proceso anterior (al que la representación obrera habría
contribuido de modo importante): la organización espectacular de la defensa del
orden existente, el reino social de las apariencias donde ninguna "cuestión
central" puede ser ya planteada "abierta y honradamente". La representación
revolucionaria del proletariado en este estadio había llegado a ser a la vez el
factor principal y el resultado central de la falsificación general de la
sociedad.
102
La organización del proletariado
sobre el modelo bolchevique, que había nacido del atraso ruso y de la
capitulación del movimiento obrero de los países avanzados ante la lucha
revolucionaria, encontró también en el atraso ruso todas las condiciones que
llevaban esta forma de organización hacia la inversión contrarrevolucionaria que
contenía inconscientemente en su germen original; y la capitulación reiterada de
la masa del movimiento obrero europeo ante el Hic Rhodus, hic salta del período
1918-1920, capitulación que incluía la destrucción violenta de su minoría
radical, favoreció el desarrollo completo del proceso y permitió que el falaz
resultado se afirmara ante el mundo como la única solución proletaria. La
apropiación del monopolio estático de la representación y de la defensa del
poder de los obreros, que justificó al partido bolchevique, le hizo llegar a ser
lo que ya era: el partido de los propietarios del proletario, eliminando en lo
esencial las formas precedentes de propiedad.
103
Todas las condiciones de la
liquidación del zarismo examinadas en el debate teórico siempre insatisfactorio
durante veinte años entre las diversas tendencias de la socialdemocracia rusa -
debilidad de la burguesía, peso de la mayoría campesina, papel decisivo de un
proletariado concentrado y combativo pero extremadamente minoritario en el país
- revelaron finalmente en la práctica sus soluciones, a través de una premisa
que no estaba presente en las hipótesis: la burocracia revolucionaria que
dirigía el proletariado, apoderándose del Estado, impuso a la sociedad una nueva
dominación de clase. La revolución estrictamente burguesa era imposible; la
"dictadura democrática de los obreros y de los campesinos" estaba vacía de
sentido; el poder proletario de los soviets no podía mantenerse a la vez contra
la clase de los campesinos propietarios, la reacción blanca nacional e
internacional y su propia representación exteriorizada y alienada en partido
obrero de los dueños absolutos del Estado, de la economía, de la expresión y
pronto hasta del pensamiento. La teoría de la revolución permanente de Trotsky y
Parvus, a la cual Lenin se unió de modo efectivo en abril de 1917, fue la única
que llegó a verificarse en los países atrasados desde el punto de vista del
desarrollo social de la burguesía, pero sólo tras la introducción de este factor
desconocido que era el poder de clase de la burocracia. La concentración de la
dictadura en las manos de la representación suprema de la ideología fue
defendida con la mayor consecuencia por Lenin en los numerosos enfrentamientos
de la dirección bolchevique. Lenin tenía razón contra sus adversarios cada vez
que sostenía la solución implicada en las elecciones precedentes del poder
absoluto minoritario: la democracia negada estatalmente a los campesinos debía
negarse a los obreros, lo que llevaba a negarla a los dirigentes comunistas de
los sindicatos, y en todo el partido, y finalmente hasta en la cima del partido
jerárquico. En el X Congreso, en el momento en que el soviet de Cronstad era
abatido por las armas y enterrado bajo la calumnia, Lenin pronunciaba contra los
burócratas izquierdistas organizados en "Oposición Obrera" esta conclusión, cuya
lógica extendería Stalin hasta una perfecta división del mundo: "Aquí, o bien
allá con un fusil, pero no con la oposición... Estamos hartos de la
oposición."
104
Al permanecer la burocracia como
única propietaria de un capitalismo de Estado trató primero de asegurar su poder
en el interior mediante una alianza temporal con el campesinado, después de
Cronstadt, y con la "nueva política económica", tal y como la defendió en el
exterior utilizando a los obreros regimentados en los partidos burocráticos de
la III Internacional como fuerza de apoyo de la diplomacia rusa, para sabotear
todo movimiento revolucionario y sostener gobiernos burgueses con cuyo apoyo
contaba en política internacional (el poder de Kuo-Min-Tang en la China de
1925-27, el Frente Popular en España y en Francia, etc.). Pero la sociedad
burocrática debía proseguir su propia culminación mediante el terror ejercido
sobre el campesinado para realizar la acumulación capitalista primitiva más
brutal de la historia. Esta industrialización de la época estalinista revela la
realidad última de la burocracia: es la continuación del poder de la economía,
el salvamiento de lo esencial de la sociedad mercantil mediante el mantenimiento
del trabajo-mercancía. Es la prueba de la economía independiente que domina la
sociedad hasta el punto de recrear para sus propios fines la dominación de clase
que le es necesaria: lo que equivale a decir que la burguesía ha creado un poder
autónomo que, mientras subsista esta autonomía, puede hasta llegar a prescindir
de la burguesía. La burocracia totalitaria no es "la última clase propietaria de
la historia" en el sentido de Bruno Rizzi, sino solamente una clase dominante de
sustitución para la economía mercantil. La propiedad privada del capitalismo
decadente es reemplazada por un sub-producto simplificado, menos diversificado,
concentrado en propiedad colectiva de la clase burocrática. Esta forma
subdesarrollada de clase dominante es también la expresión del subdesarrollo
económico; y no tiene otra perspectiva que superar el retraso de este desarrollo
en ciertas regiones del mundo. El partido obrero, organizado según el modelo
burgués de la separación, ha proporcionado el cuadro jerárquico-estatal a esta
edición suplementaria de la clase dominante. Anton Ciliga anotaba en una prisión
de Stalin que "las cuestiones técnicas de organización resultaban ser cuestiones
sociales" (Lenin y la revolución).
105
La ideología revolucionaria, la
coherencia de lo separado de la que el leninismo constituye el más alto esfuerzo
voluntarista, que detenta la gestión de una realidad que la rechaza, con el
stalinismo reencontrará su verdad en la incoherencia. En este momento la
ideología ya no es un arma, sino un fin. La mentira que ya no es contradicha se
convierte en locura. Tanto la realidad como el fin son disueltos en la
proclamación ideológica totalitaria: todo lo que ella dice es todo lo que es. Es
un primitivismo local del espectáculo, cuyo papel es sin embargo esencial en el
desarrollo del espectáculo mundial. La ideología que aquí se materializa no ha
transformado económicamente el mundo, como el capitalismo que ha alcanzado el
estadio de la abundancia; solo ha transformado políticamente la
percepción.
106
La clase ideológica-totalitaria en
el poder es el poder de un mundo invertido: cuanto más fuerte es, más afirma que
no existe, y su fuerza le sirve antes que nada para afirmar su inexistencia. Es
modesta sólo en este punto, pues su inexistencia oficial debe coincidir también
con el nec plus ultra del desarrollo histórico, que simultáneamente se debería a
su dominio infalible. Expuesta por todas partes, la burocracia debe ser la clase
invisible para la conciencia, de forma que toda la vida social se vuelve
demente. La organización social de la mentira absoluta dimana de esta
contradicción fundamental.
107
El stalinismo fue el reino del
terror para la clase burocrática misma. El terrorismo que funda el poder de esta
clase debe golpear también a esta clase, ya que no posee ninguna garantía
jurídica, ninguna existencia reconocida en tanto que clase propietaria que
pudiera extender a cada uno de sus miembros. Su propiedad real está disimulada,
y no ha llegado a ser propietaria sino a través de la falsa conciencia. La falsa
conciencia solo mantiene su poder absoluto por el terror absoluto, donde todo
verdadero motivo termina por perderse. Los miembros de la clase burocrática en
el poder no tienen derecho de posesión sobre la sociedad más que colectivamente,
en tanto que participantes en una mentira fundamental: es necesario que
representen el papel del proletariado dirigiendo una sociedad socialista; que
sean los actores fieles al texto de una infidelidad ideológica. Pero la
participación efectiva en esta mentira debe verse reconocida como una
participación verídica. Ningún burócrata puede sostener individualmente su
derecho al poder, pues probar que es un proletario socialista sería manifestarse
como lo contrario de un burócrata; y probar que es un burócrata es imposible
porque la verdad oficial de la burocracia es que no existe. Así, cada burócrata
está en dependencia absoluta con una garantía central de la ideología que
reconoce una participación colectiva de su "poder socialista" a todos los
burócratas que no destruye. Aunque los burócratas tomados en conjunto deciden
sobre todas las cosas, la cohesión de su propia clase no puede ser asegurada más
que mediante la concentración de su poder terrorista en una sola persona. En
esta persona reside la única verdad práctica de la mentira en el poder: la
fijación indiscutible de su frontera siempre rectificada. Stalin decide sin
apelación quién es finalmente burócrata poseedor; es decir, quién debe ser
llamado "proletario en el poder" o bien "traidor a sueldo de Mikado y de Wall
Street". Los átomos burocráticos sólo encuentran la esencia común de su derecho
en la persona de Stalin. Stalin es el soberano del mundo que de esta forma se
conoce como persona absoluta, para cuya conciencia no existe espíritu más
elevado. "El soberano del mundo posee la conciencia efectiva de lo que él es -
el poder universal de la efectividad - en la violencia destructiva que ejerce
contra el Sí mismo de los sujetos que le hacen frente." Es a la vez el poder que
define el terreno de la dominación y "el poder que arrasa este terreno".
108
Cuando la ideología, convertida en
absoluta por la posesión del poder absoluto, se ha transformado de conocimiento
parcelario en mentira totalitaria, el pensamiento de la historia ha sido anulado
tan perfectamente que la historia misma, al nivel del conocimiento más empírico,
no puede ya existir. La sociedad burocrática totalitaria vive en un presente
perpetuo, donde todo lo que ha sucedido existe para ella solamente como un
espacio accesible a su política. El proyecto, ya formulado por Napoleón, de
"dirigir monárquicamente la energía de los recuerdos" ha encontrado su
concreción total en una manipulación permanente del pasado no solamente en las
significaciones, sino también en los hechos. Pero el precio de esta liberación
de toda realidad histórica es la pérdida de la referencia racional que es
indispensable a la sociedad histórica del capitalismo. Sabemos lo que la
aplicación científica de la ideología convertida en locura ha podido costar a la
economía rusa, aunque sólo sea con la impostura de Lyssenko. Esta contradicción
de la burocracia totalitaria administrando una sociedad industrializada,
atrapada entre su necesidad y su rechazo de lo racional, constituye una de las
deficiencias principales con respecto al desarrollo capitalista normal. Así como
la burocracia no puede resolver como él la cuestión de la agricultura, es
finalmente inferior a él en la producción industrial, planificada
autoritariamente sobre las bases del irrealismo y de la mentira
generalizada.
109
El movimiento obrero revolucionario
fue aniquilado entre las dos guerras por la acción conjugada de la burocracia
estalinista y del totalitarismo fascista, que había adoptado su forma de
organización como partido totalitario experimentado en Rusia. El fascismo ha
sido una defensa extremista de la economía burguesa amenazada por la crisis y la
subversión proletaria, el estado de sitio en la sociedad capitalista, por el que
esta sociedad se salva y se aplica una primera racionalización de urgencia
haciendo intervenir masivamente al Estado en su gestión. Pero tal
racionalización está ella misma gravada por la inmensa irracionalidad de su
medio. Si el fascismo se alza en defensa de los principales aspectos de la
ideología burguesa convertida en conservadora (la familia, la propiedad, el
orden moral, la nación) reuniendo a la pequeña burguesía y a los parados
aterrados por la crisis o desilusionados por la impotencia de la revolución
socialista, él mismo no es fundamentalmente ideológico. Se presenta como lo que
es: una resurrección violenta del mito que exige la participación de una
comunidad definida por seudo-valores arcaicos: la raza, la sangre, el jefe. El
fascismo es el arcaísmo técnicamente equipado. Su ersatz descompuesto del mito
es retomado en el contexto espectacular de los medios de condicionamiento e
ilusión más modernos. Así, es uno de los factores en la formación del
espectáculo moderno, del mismo modo que su participación en la destrucción del
antiguo movimiento obrero hace de él una de las potencias fundadoras de la
sociedad presente; pero como el fascismo resulta ser también la forma más
costosa del mantenimiento del orden capitalista, debió abandonar normalmente el
primer plano de la escena que ocupan las grandes representaciones de los Estados
capitalistas, eliminado por formas más racionales y más fuertes de este
orden.
110
Cuando la burocracia rusa logró por
fin deshacerse de las marcas de la propiedad burguesa que trababan su reino
sobre la economía al desarrollar ésta para su propio uso y ser reconocida en el
exterior entre las grandes potencias, quiso gozar tranquilamente de su propio
mundo suprimiendo esta parte de arbitrariedad que se ejercía sobre ella misma:
denunció el estalinismo de su origen. Pero tal denuncia sigue siendo
estalinista, arbitraria, inexplicada e incesantemente corregida, pues la mentira
ideológica de su origen no puede jamás revelarse. Así la burocracia no puede
liberarse ni cultural ni políticamente porque su existencia como clase depende
de su monopolio ideológico que, con todo su peso, es su único título de
propiedad. La ideología ha perdido ciertamente la pasión de su afirmación
positiva, pero lo que de ella subsiste de trivialidad indiferente tiene todavía
esta función represiva de prohibir la menor concurrencia, de tener cautiva la
totalidad del pensamiento. La burocracia está así ligada a una ideología que ya
no es creída por nadie. Lo que era terrorista se ha vuelto irrisorio, pero esta
misma irrisión no puede mantenerse si no es conservando en segundo plano el
terrorismo del que hubiera querido deshacerse. Así, al mismo tiempo que la
burocracia quiere demostrar su superioridad en el terreno del capitalismo se
reconoce como pariente pobre del capitalismo. De la misma forma que su historia
efectiva está en contradicción con su derecho y su ignorancia groseramente
mantenida en contradicción con sus pretensiones científicas, su proyecto de
rivalizar con la burguesía en la producción de una abundancia mercantil está
entorpecido por el hecho de que tal abundancia lleva en sí misma su ideología
implícita y surte normalmente una libertad indefinidamente extendida de falsas
elecciones espectaculares, seudo-libertad que sigue siendo inconciliable con la
ideología burocrática.
111
En este momento del desarrollo el
título de propiedad ideológica de la burocracias se derrumba ya a escala
internacional. El poder que se había establecido nacionalmente como modelo
fundamentalmente internacionalista debe admitir que no puede pretender sostener
su falsa cohesión más allá de cada frontera nacional. El desigual desarrollo
económico que conocen las burocracias, con intereses concurrentes, que han
logrado poseer su "socialismo" fuera de un solo país, ha conducido al
enfrentamiento público y completo de la mentira rusa y la mentira china. A
partir de este punto cada burocracia en el poder o cada partido totalitario
candidato al poder dejado por el periodo estalinista en algunas clases obreras
nacionales debe seguir su propia vía. Sumándose a las manifestaciones de
negación interior que comenzaron a afirmarse ante el mundo con la revuelta
obrera de Berlín-Este que opuso a los burócratas su exigencia de "un gobierno de
metalúrgicos" y que ya llegaron una vez hasta el poder con los consejos obreros
de Hungría, la descomposición mundial de la alianza de la mistificación
burocrática es, en último término, el factor más desfavorable para el desarrollo
actual de la sociedad capitalista. La burguesía está en el trance de perder el
adversario que la sostenía objetivamente unificando ilusoriamente toda negación
del orden existente. Tal división del trabajo espectacular ve su fin cuando el
rol seudo-revolucionario se divide a su vez. El elemento espectacular de la
disolución del movimiento obrero va a ser él mismo disuelto.
112
La ilusión leninista no tiene hoy
otra base que las diversas tendencias trotskistas, en las que la identificación
del proyecto proletario con una organización jerárquica de la ideología
sobrevive firmamente a la experiencia de todos sus resultados. La distancia que
separa el trotskismo de la crítica revolucionaria de la sociedad actual le
permite también observar una distancia respetuosa respecto de posiciones que ya
sostenían cuando se utilizaron en un combate real. Trotski permaneció hasta 1927
fundamentalmente solidario con la alta burocracia para intentar apoderarse de
ella con el fin de hacerle reemprender una acción realmente bolchevique en el
exterior (se sabe que en ese momento, para que el famoso "testamento de Lenin"
pasara inadvertido, llegó a desautorizar calumniosamente a su partidario Max
Eastman que lo había divulgado). Trotski fue condenado por su perspectiva
fundamental, puesto que en el momento en que la burocracia se reconoce en su
resultado como clase contrarrevolucionaria en el interior debe escoger también
ser efectivamente contrarevolucionaria hacia el exterior en nombre de la
revolución como el lugar en que ella reside. La lucha posterior de Trotski por
una V Internacional contiene la misma inconsecuencia. Él se negó toda su vida a
reconocer en la burocracia el poder de una clase separada porque se había
convertido durante la segunda revolución rusa en partidario incondicional de la
forma bolchevique de organización. Cuando Lukàcs mostró en 1923 de esta forma la
mediación al fin descubierta entre la teoría y la práctica, en que los
proletarios dejan de ser "espectadores" de los sucesos ocurridos en su
organización para elegirlos y vivirlos de modo consciente, describía como
méritos efectivos del partido bolchevique todo lo que el partido bolchevique no
era. Lukàcs era todavía, a pesar de su profundo trabajo teórico, un ideólogo que
habla en nombre del poder más vulgarmente exterior al movimiento proletario, que
creía y hacía creer que se encontraba él mismo, con su personalidad total, en el
poder como en lo que le es propio. Cuando las consecuencias mostraron de qué
manera este poder deniega y suprime a sus lacayos, Lukàcs, desmintiéndose sin
cesar, hizo ver con una nitidez caricatural con qué se había identificado
exactamente: con lo contrario de sí mismo y de lo que había sostenido en
Historia y conciencia de clase. Lukàcs verifica a la perfección la regla
fundamental que juzga a todos los intelectuales de este siglo: lo que ellos
respetan da la medida exacta su propia realidad despreciable. Lenin sin embargo
nunca había fomentado este tipo de ilusiones sobre su actividad, y admitía que
"un partido político no puede examinar a sus miembros para ver si hay
contradicciones entre su filosofía y el programa del partido". El partido real
cuyo retrato soñado había presentado Lukàcs a destiempo no era coherente más que
para una tarea precisa y parcial: tomar el poder en el Estado.
113
La ilusión neo-leninista del
trotskismo actual, al ser desmentida a cada instante por la realidad de la
sociedad capitalista moderna, tanto burguesa como burocrática, encuentra
normalmente un campo de aplicación privilegiado en los paises "subdesarrollados"
formalmente independientes, donde la ilusión de una variante cualquiera de
socialismo estatal y burocrático está consciente manipulada por las clases
dirigentes locales como simple ideología del desarrollo económico. La
composición híbrida de estas clases se vincula con más o menos nitidez con una
gradación sobre el espectro burguesía-burocracia. Su juego a escala
internacional entre estos dos polos del poder capitalista existente, así como
sus compromisos ideológicos - notablemente con el islamismo -, que expresan la
realidad híbrida de su base social, llegan a arrebatar a este último subproducto
del socialismo ideológico de toda otra seriedad que no sea la policial. Una
burocracia ha podido formarse encuadrando la lucha nacional y la revuelta
agraria de los campesinos: entonces tiende, como en China, a aplicar el modelo
estalinista de industrialización en una sociedad menos desarrollada que la Rusia
de 1917. Una burocracia capaz de industrializar la nación puede formarse a
partir de la pequeña burguesía de cuadros del ejército apoderándose del poder,
como muestra el ejemplo de Egipto. En ciertos puntos, como en Argelia a la
salida de su guerra de independencia, la burocracia que se constituyó como
dirección para-estatal durante la lucha busca el punto de equilibrio de un
compromiso para fusionarse con una débil burguesía nacional. Por último en las
antiguas colonias de África Negra que siguen abiertamente ligadas a la burguesía
occidental, americana o europea, una burguesía se constituye - con frecuencia a
partir del poder de los jefes tradicionales del tribalismo - mediante la
posesión del Estado: en estos paises donde el imperialismo extranjero sigue
siendo el verdadero dueño de la economía llega un momento en que los compradores
han recibido en compensación por su venta de productos indígenas la propiedad de
un estado indígena, independiente de las masas locales pero no del imperialismo.
En este caso se trata de una burguesía artificial que no es capaz de acumular,
sino que simplemente dilapida tanto la parte de plusvalía del trabajo local que
le corresponde como los subsidios extranjeros de los Estados o monopolios que
son sus protectores. La evidencia de la incapacidad de estas clases burguesas
para llevar a cabo la función económica normal de la burguesía compone ante cada
una de ellas una subversión del modelo burocrático más o menos adaptado a las
particularidades locales, que quiere apoderarse de su herencia. Pero el éxito
mismo de una burocracia en su proyecto fundamental de industrialización contiene
necesariamente la perspectiva de su fracaso histórico: acumulando el capital,
acumula el proletariado, y crea su propio desmentido en un país donde éste
todavía no existía.
114
En este desarrollo complejo y
terrible que ha arrastrado la época de las luchas de clases hacia nuevas
condiciones el proletariado de los países industriales ha perdido completamente
la afirmación de su perspectiva autónoma y, en último análisis, sus ilusiones,
pero no su ser. No ha sido suprimido. Mora irreductiblemente existiendo en la
alienación intensificada del capitalismo moderno: es la inmensa mayoría de
trabajadores que han perdido todo el poder sobre el empleo de sus vidas y que,
los que lo saben, se redefinen como proletariado, el negativo del obrero en esta
sociedad. Este proletariado es reforzado objetivamente por el movimiento de
desaparición del campesinado así como por la extensión de la lógica del trabajo
en la fábrica que se aplica a gran parte de los "servicios" y de las profesiones
intelectuales. Este proletariado se halla todavía subjetivamente alejado de su
conciencia práctica de clase, no sólo entre los empleados sino también entre los
obreros que todavía no han descubierto más que la impotencia y la mistificación
de la vieja política. Sin embargo, cuando el proletariado descubre que su propia
fuerza exteriorizada contribuye al fortalecimiento permanente de la sociedad
capitalista, ya no solamente bajo la forma de su trabajo, sino también bajo la
forma de los sindicatos, los partidos o el poder estatal que él había construido
para emanciparse, descubre también por la experiencia histórica concreta que él
es la clase totalmente enemiga de toda exteriorización fijada y de toda
especialización del poder. Es portador de la revolución que no puede dejar nada
fuera de sí misma, la exigencia de la dominación permanente del presente sobre
el pasado y la crítica total de la separación; y es aquí donde debe encontrar la
forma adecuada en la acción. Ninguna mejora cuantitativa de su miseria, ninguna
ilusión de integración jerárquica son un remedio durable contra su
insatisfacción, porque el proletariado no puede reconocerse verídicamente en una
injusticia particular que haya sufrido ni tampoco en la reparación de una
injusticia particular, ni de un gran número de injusticias, sino solamente en la
absoluta injusticia de ser arrojado al margen de la vida.
115
De los nuevos signos de negación,
incomprendidos y falsificados por la organización espectacular, que se
multiplican en los países más avanzados económicamente, se puede ya sacar la
conclusión de que una nueva época ha comenzado: tras la primera tentativa de
subversión obrera ahora es la abundancia capitalista la que ha fracasado. Cuando
las luchas antisindicales de los obreros occidentales son reprimidas en primer
lugar por los propios sindicatos y cuando las revueltas actuales de la juventud
lanzan una primera contestación informe, que implica de modo inmediato el
rechazo de la antigua política especializada, de arte y de la vida cotidiana,
están aquí presentes las dos caras de una lucha espontánea que comienza bajo el
aspecto criminal. Son los signos precursores del segundo asalto proletario
contra la sociedad de clases. Cuando los hijos perdidos de este ejército todavía
inmóvil reaparecen sobre este terreno, devenido otro y permaneciendo él mismo,
siguen a un nuevo "general Ludd" que, esta vez, los lanza a la destrucción de
las máquinas del consumo permitido.
116
"La forma política por fin
descubierta bajo la cual la emancipación económica del trabajo podría
realizarse" ha tomado en este siglo una nítida figura en los Consejos obreros
revolucionarios, concentrando en ellos todas las funciones de decisión y
ejecución, y federándose por medio de delegados responsables ante la base y
revocables en todo momento. Su existencia efectiva no ha sido hasta ahora más
que un breve esbozo, enseguida combatido y vencido por la diferentes fuerzas de
defensa de la sociedad de clases, entre las cuales a menudo hay que contar su
propia falsa conciencia. Pannekoek insistía justamente sobre el hecho de que la
elección de un poder de los Consejos obreros "plantea problemas" más que aporta
una solución. Pero es precisamente en este poder donde los problemas de la
revolución del proletariado pueden tener su verdadera solución. Es el lugar
donde las condiciones objetivas de la conciencia histórica se reúnen; donde se
da la realización de la comunicación directa activa, donde terminan la
especialización, la jerarquía y la separación, donde las condiciones existentes
han sido transformadas "en condiciones de unidad". Aquí el sujeto proletario
puede emerger de su lucha contra la contemplación: su conciencia equivale a la
organización práctica que ella se ha dado, porque esta misma conciencia es
inseparable de la intervención coherente en la historia.
117
En el poder de los Consejos, que
debe suplantar internacionalmente a cualquier otro poder, el movimiento
proletario es su propio producto, y este producto es el productor mismo. Él
mismo es su propio fin. Sólo ahí la negación espectacular de la vida es negada a
su vez.
118
La aparición de los Consejos fue la
más alta realidad del movimiento proletario en el primer cuarto de siglo,
realidad que pasó inadvertida o disfrazada porque desaparecía con el resto del
movimiento que el conjunto de la experiencia histórica de entonces desmentía y
eliminaba. En el nuevo momento de la crítica proletaria, este resultado vuelve
como el único punto invicto del movimiento vencido. La conciencia histórica que
sabe que tiene en sí misma su único medio de existencia puede reconocerlo ahora
no ya en la periferia de lo que refluye sino en el centro de lo que
aumenta.
119
Una organización revolucionaria
existente ante el poder de los Consejos - deberá encontrar su propia forma
luchando - sabe ya por todas estas razones históricas que no representa a la
clase. Debe reconocerse a sí misma solamente como una separación radical del
mundo de la separación.
120
La organización revolucionaria es
la expresión coherente de la teoría de la praxis entrando en comunicación
no-unilateral con las luchas prácticas y transformándose en teoría práctica. Su
propia práctica es la generalización de la comunicación y la coherencia en estas
luchas. En el momento revolucionario de la disolución de la separación social,
esta organización debe reconocer su propia disolución en tanto que organización
separada.
121
La organización revolucionaria no
puede ser más que la crítica unitaria de la sociedad, es decir, una crítica que
no pacta con ninguna forma de poder separado, en ningún lugar del mundo, y una
crítica pronunciada globalmente contra todos los aspectos de la vida social
alienada. En la lucha de la organización revolucionaria contra la sociedad de
clases, las armas no son otra cosa que la esencia de los propios combatientes:
la organización revolucionaria no puede reproducir en sí misma las condiciones
de escisión y de jerarquía de la sociedad dominante. Debe luchar permanentemente
contra su deformación en el espectáculo reinante. El único límite de la
participación en la democracia total de la organización revolucionaria es el
reconocimiento y la autoapropiación efectiva, por todos sus miembros, de la
coherencia de su crítica, coherencia que debe probarse en la teoría crítica
propiamente dicha y en la relación entre ésta y la actividad práctica.
122
Mientras la realización cada vez
más instalada de la alienación capitalista a todos los niveles hace cada vez más
difícil a los trabajadores reconocer y nombrar su propia miseria, los pone en la
alternativa de rechazar la totalidad de su miseria o nada, la organización
revolucionaria ha debido aprender que no puede ya combatir la alienación bajo
formas alienadas.
123
La revolución proletaria se halla
enteramente supeditada a esta necesidad de que, por primera vez, la teoría como
inteligencia de la práctica humana sea reconocida y vivida por las masas. Exige
que los obreros lleguen a ser dialécticos e inscriban su pensamiento en la
práctica; así pide a los hombres sin cualificar mucho más de lo que la
revolución burguesa exigía a los hombres cualificados en quienes delegó su
puesta en práctica: pues la conciencia ideológica parcial edificada por una
parte de la clase burguesa tenía su base en esta parte central de la vida
social, la economía, sobre la que esta clase tenía ya el poder. El desarrollo
mismo de la sociedad de clases hasta la organización espectacular de la no-vida
lleva al proyecto revolucionario a ser visiblemente lo que ya era
esencialmente.
124
La teoría revolucionaria es ahora
enemiga de toda ideología revolucionaria y sabe que lo es.Capítulo 5
Tiempo e historia
"Oh, caballeros, la
vida es corta... Si vivimos, vivimos para marchar sobre la cabeza de los
reyes."SHAKESPEARE, Enrique
IV
125
El hombre, "el ser negativo que es
únicamente en la medida que suprime el Ser", es idéntico al tiempo. La
apropiación por el hombre de su propia naturaleza es también su comprensión del
despliegue del universo. "La historia misma es una parte de la historia natural,
de la transformación de la naturaleza en hombre" (Marx). A la inversa esta
"historia natural" no tiene existencia efectiva más que a través del proceso de
una historia humana, de la única parte que reencuentra este todo histórico, como
el telescopio moderno cuyo alcance recupera en el tiempo la fuga de las
nebulosas en la periferia del universo. La historia ha existido siempre, pero no
siempre bajo su forma histórica. La temporalización del hombre, tal como se
efectúa por la mediación de una sociedad, equivale a una humanización del
tiempo. El movimiento inconsciente del tiempo se manifiesta y deviene verdadero
en la conciencia histórica.
126
El movimiento propiamente
histórico, aunque todavía oculto, comienza en la lenta e insensible formación de
"la naturaleza real del hombre", esta "naturaleza que nace en la historia humana
- en el acto generador de la sociedad humana -", pero la sociedad que ya ha
dominado una técnica y un lenguaje, aunque producto de su propia historia, no
tiene otra conciencia que la de un presente perpetuo. Todo conocimiento,
limitado a la memoria de los más ancianos, siempre es allí dirigido por los
vivos. Ni la muerte ni la procreación son comprendidas como una ley del tiempo.
El tiempo permanece inmóvil, como un espacio cerrado. Cuando una sociedad más
compleja llega a tomar conciencia del tiempo su trabajo es sobre todo negarlo,
pues lo que ve en el tiempo no es lo que pasa, sino lo que vuelve. La sociedad
estática organiza el tiempo según su experiencia inmediata de la naturaleza en
el modelo del tiempo cíclico.
127
El tiempo cíclico domina ya en la
experiencia de los pueblos nómadas, porque se reencuentran ante las mismas
condiciones en cada momento de su travesía: Hegel señala que "la errancia de los
nómadas es solamente formal, puesto que se limita a espacios uniformes". La
sociedad que al establecerse localmente da al espacio un contenido mediante el
acondicionamiento de lugares individualizados se encuentra por ello encerrada en
el interior de esta localización. El retorno temporal a lugares parecidos es
ahora el puro retorno del tiempo en un mismo lugar, la repetición de una serie
de gestos. El paso del nomadismo pastoril a la agricultura sedentaria es el
final de la libertad perezosa y sin contenido, el comienzo del trabajo. El modo
de producción agrario en general, dominado por el ritmo de las estaciones, es la
base del tiempo cíclico plenamente constituido. La eternidad le es interior: es
aquí abajo el retorno de lo mismo. El mito es la construcción unitaria del
pensamiento que garantiza el orden cósmico entero alrededor del orden que esta
sociedad ya estableció de hecho dentro de sus fronteras.
128
La apropiación social del tiempo,
la producción del hombre por el trabajo humano, se desarrollan en una sociedad
dividida en clases. El poder que se ha constituido por encima de la penuria de
la sociedad del tiempo cíclico, la clase que organiza este trabajo social y se
apropia la plusvalía limitada, se apropia igualmente la plusvalía temporal de su
organización del tiempo social: posee para ella sola el tiempo irreversible de
lo viviente. La única riqueza que puede existir concentrada en el sector del
poder para ser materialmente derrochada en fiesta suntuaria se encuentra allí
también gastada como dilapidación de un tiempo histórico de la superficie de la
sociedad. Los propietarios de la plusvalía histórica poseen el conocimiento y el
goce de los acontecimientos vividos. Este tiempo, separado de la organización
colectiva del tiempo que predomina con la producción repetitiva de la base de la
vida social, fluye por encima de su propia comunidad estática. Es el tiempo de
la aventura y de la guerra, donde los dueños de la sociedad cíclica recorren su
historia personal; y es igualmente el tiempo que aparece en el choque entre
comunidades diferentes, la perturbación del orden inmutable de la sociedad. La
historia surge pues ante los hombres como un factor extraño, como aquello que no
han querido y contra lo que se creían protegidos. Pero por este desvío vuelve
también la inquietud negativa de lo humano, que había estado en el origen mismo
de todo el desarrollo que se había adormecido.
129
El tiempo cíclico es en sí mismo el
tiempo sin conflicto. Pero el conflicto se instala en esta infancia del tiempo:
la historia lucha ante todo por ser historia en la actividad práctica de los
amos. Esta historia crea superficialmente a partir de lo irreversible; su
movimiento constituye el tiempo mismo que éste consume en el interior del tiempo
inconsumible de la sociedad cíclica.
130
Las "sociedades frías" son las que
han ralentizado en extremo su parte de historia; las que han mantenido en un
equilibrio constante su oposición al entorno natural y humano y sus oposiciones
internas. Si la extrema diversidad de las instituciones establecidas para este
fin testimonia la plasticidad de la autocreación de la naturaleza humana, este
testimonio no aparece de manera evidente más que para el observador exterior,
para el etnólogo que vuelve desde el tiempo histórico. En cada una de estas
sociedades una estructuración definitiva ha excluido el cambio. El conformismo
absoluto de las prácticas sociales existentes con las que se encuentran
identificadas para siempre todas las posibilidades humanas no tiene otro límite
exterior que el temor de volver a caer en la animalidad sin forma. Aquí, para
permanecer en lo humano los hombres deben permanecer iguales a sí
mismos.
131
El nacimiento del poder político,
que parece estar en relación con las últimas grandes revoluciones de la técnica,
como la fundición del fuego en el umbral de un periodo que no conocerá más
trastornos en profundidad hasta la aparición de la industria, es también el
momento que comienza a disolver los lazos de consanguinidad. Desde entonces la
sucesión de generaciones sale de la esfera del puro ciclo natural para devenir
acontecimiento orientado, sucesión de poderes. El tiempo irreversible es el
tiempo del que reina; y las dinastías son su primera medida. La escritura es su
arma. En la escritura el lenguaje alcanza su plena realidad independiente de
mediación entre las conciencias. Pero esta independencia es idéntica a la
independencia general del poder separado como mediación que constituye la
sociedad. Con la escritura aparece una conciencia que ya no es llevada y
transmitida en la relación inmediata de los vivos: una memoria impersonal, que
es la de la administración de la sociedad. "Los escritos son los pensamientos
del estado; los archivos su memoria." (Novalis).
132
La crónica es la expresión del
tiempo irreversible del poder y también el instrumento que mantiene la
progresión voluntarista de este tiempo a partir de su trazado anterior, pues
esta orientación del tiempo debe derrumbarse con la fuerza de cada poder
particular; recayendo en el olvido indiferente del único tiempo cíclico conocido
por las masas campesinas que, en el desplome de los imperios y de sus
cronologías, no cambian jamás. Los poseedores de la historia han asignado al
tiempo un sentido: una dirección que es también una significación. Pero esta
historia se despliega y sucumbe en parte; deja inmutable la sociedad profunda ya
que ella es justamente lo que permanece separado de la realidad común. Es por
esto que la historia de los imperios de Oriente connota para nosotros la
historia de las religiones: estas cronologías convertidas en ruinas sólo han
dejado la historia aparentemente autónoma de las ilusiones que las envolvían.
Los amos que detentan la propiedad privada de la historia, bajo la protección
del mito, la detentan ellos mismos en primer lugar bajo la forma de la ilusión:
en China y en Egipto tuvieron durante mucho tiempo el monopolio de la
inmortalidad del alma; así también sus primeras dinastías reconocidas son la
organización imaginaria del pasado. Pero esta posesión ilusoria de los amos es
también toda la posesión posible en este momento de una historia común y de su
propia historia. La ampliación de su poder histórico efectivo va acompañada de
una vulgarización de la posesión mítica ilusoria. Todo esto deriva del simple
hecho de que sólo en la medida en que los amos se encargaron de garantizar
míticamente la permanencia del tiempo cíclico, como en los ritos estacionales de
los emperadores chinos, pudieron liberarse relativamente de él.
133
Cuando la seca cronología sin
explicación del poder divinizado hablando a sus servidores, que no quiere ser
comprendida sino como ejecución terrestre de los mandamientos del mito, puede
ser superada y convertida en historia consciente, es menester que la
participación real en la historia haya sido vivida por grupos extensos. De esta
comunicación práctica entre aquellos que se reconocen como poseedores de un
presente singular, que han experimentado la riqueza cualitativa de los
acontecimientos como su actividad y el lugar en que habitaban -su época- nace el
lenguaje general de la comunicación histórica. Aquellos para quienes ha existido
el tiempo irreversible descubren en él a la vez lo memorable y la amenaza del
olvido: "Herodoto de Halicarnaso presenta aquí los resultados de su
investigación, para que el tiempo no borre los trabajos de los
hombres..."
134
El razonamiento sobre la historia
es, inseparablemente, razonamiento sobre el poder. Grecia fue ese momento en que
el poder y su transformación se discuten y se comprenden, la democracia de los
amos de la sociedad. Allí se daba lo inverso de las condiciones conocidas por el
Estado despótico, donde el poder nunca arregla sus cuentas más que consigo mismo
en la inaccesible oscuridad de su punto más concentrado: por la revolución de
palacio, cuyo triunfo o fracaso ponen igualmente fuera de discusión. Sin
embargo, el poder repartido de las comunidades griegas no existía sino en el
consumo de una vida social cuya producción quedaba separada y estática en la
clase servil. Sólo aquellos que no trabajan viven. En la división de las
comunidades griegas y en la lucha por la explotación de las ciudades extranjeras
se ha exteriorizado el principio de la separación que fundaba interiormente cada
una de ellas. Grecia, que había soñado la historia universal, no logró unirse
ante la invasión; ni siquiera unificar los calendarios de sus ciudades
independientes. En Grecia el tiempo histórico se hizo consciente, pero no
consciente de sí mismo todavía.
135
Tras la desaparición de las
condiciones localmente favorables que habían conocido las comunidades griegas la
regresión del pensamiento histórico occidental no ha ido acompañada de una
reconstitución de las antiguas organizaciones míticas. Con el choque entre los
pueblos del Mediterráneo en la formación y el hundimiento del Estado romano
aparecieron religiones semi-históricas que pasaban a ser los factores
fundamentales de la nueva conciencia del tiempo y la nueva armadura del poder
separado.
136
Las religiones monoteístas han sido
un compromiso entre el mito y la historia, entre el tiempo cíclico dominando
todavía la producción y el tiempo irreversible en que se enfrentan y recomponen
los pueblos. Las religiones surgidas del judaísmo son el reconocimiento
universal abstracto del tiempo irreversible que se encuentra democratizado,
abierto a todos, pero en lo ilusorio. El tiempo todo se orienta hacia un único
acontecimiento final: "El reino de Dios está cerca." Estas religiones nacieron
sobre el suelo de la historia y allí se establecieron. Y aún se mantienen allí
en oposición radical con la historia. La religión semi-histórica establece un
punto de partida cualitativo en el tiempo, el nacimiento de Cristo, la huida de
Mahoma, pero su tiempo irreversible -al introducir una acumulación efectiva que
en el Islam podría tomar la figura de una conquista o en el cristianismo de la
Reforma la de un acrecentamiento del capital- se invierte de hecho en el
pensamiento religioso como una cuenta regresiva: la espera, en el tiempo que
disminuye, del acceso al otro mundo verdadero, la espera del Juicio final. La
eternidad salió del tiempo cíclico. Es su más allá. Es el elemento que introduce
la irreversibilidad del tiempo, que suprime la historia en la historia misma,
colocándose como puro elemento puntual en que el tiempo cíclico ha vuelto a
entrar y es abolido del otro lado del tiempo irreversible. Bossuet dirá todavía:
"Y por medio del tiempo que pasa entramos en la eternidad que no pasa".
137
La edad media, ese mundo mítico
inconcluso que tenía su perfección fuera de él, es el momento en que el tiempo
cíclico, que rige todavía la parte principal de la producción, es realmente
corroído por la historia. Se reconoce una cierta temporalidad irreversible a
todos individualmente en la sucesión de las edades de la vida, en la vida
considerada como un viaje, un paso sin retorno por un mundo cuyo sentido está en
otra parte: el peregrino es el hombre que sale de este tiempo cíclico para ser
efectivamente ese viajero que cada uno es como signo. La vida histórica personal
encuentra siempre su cumplimiento en la esfera del poder, en la participación en
las luchas emprendidas por el poder y en las luchas por la disputa del poder;
pero el tiempo irreversible del poder está dividido hasta el infinito, bajo la
unificación general del tiempo orientado de la era cristiana, en un mundo de la
confianza armada, donde el juego de los amos gira alrededor de la fidelidad y de
la contestación de la fidelidad debida. Esta sociedad feudal, nacida del choque
entre "la estructura organizativa del ejército conquistador tal como se
desarrolló durante la conquista" y "las fuerzas productivas encontradas en el
país conquistado" (La ideología alemana) - y es preciso considerar su lenguaje
religioso en la organización de estas fuerzas productivas - ha dividido la
dominación de la sociedad entre la Iglesia y el poder estatal, a su vez
subdividido en las complejas relaciones de señorío y vasallaje de las tenencias
territoriales y de las comunas urbanas. En esta diversidad de la vida histórica
posible, el tiempo irreversible que comportaba inconscientemente la sociedad
profunda, el tiempo vivido por la burguesía en la producción de mercancías, la
fundación y la expansión de las ciudades, el descubrimiento comercial de la
tierra - la experimentación práctica que destruye para siempre toda organización
mítica del cosmos - se reveló lentamente como el trabajo desconocido de la época
cuando la gran empresa histórica oficial de este mundo fracasó con las
Cruzadas.
138
Al declinar la Edad Media el tiempo
irreversible que invade la sociedad se experimenta por la conciencia vinculada
con el antiguo orden bajo la forma de una obsesión por la muerte. Es la
melancolía de la disolución de un mundo, el último en que la seguridad del mito
equilibraba todavía la historia; y para esta melancolía todo lo terrestre se
encamina solamente hacia su corrupción. Las grandes revueltas de los campesinos
de Europa son también su intento de responder a la historia que les arrancaba
violentamente del sueño patriarcal que había garantizado la tutela feudal. Es la
utopía milenarista de la realización terrenal del paraíso, en la que vuelve al
primer plano lo que estaba en el origen de la religión semihistórica, cuando las
comunidades cristianas, como el mesianismo judaico del que provenían, en
respuesta a los problemas y a la desdicha de la época, esperaban la realización
inminente del reino de Dios y añadían un factor de inquietud y de subversión en
la sociedad antigua. Habiendo llegado a compartir el poder en el imperio, el
cristianismo desmintió en su momento como simple superstición lo que subsistía
de esta esperanza: tal es el sentido de la afirmación agustiniana, arquetipo de
todos los satisfecit de la ideología moderna, según la cual la Iglesia
establecida era desde hacía mucho tiempo ese reino del que se había hablado. La
revuelta social del campesinado milenarista se define naturalmente en primer
lugar como una voluntad de destrucción de la Iglesia. Pero el milenarismo se
despliega en el mundo histórico y no sobre el terreno del mito. Las esperanzas
revolucionarias modernas no son, como cree mostrar Norman Cohn en La persecución
del milenio, secuelas irracionales de la pasión religiosa del milenarismo. Todo
lo contrario, es el milenarismo, lucha de clase revolucionaria hablando por
última vez el lenguaje de la religión, el que constituye ya una tendencia
revolucionaria moderna a la que falta todavía la conciencia de no ser histórica.
Los milenaristas tenían que fracasar porque no podían reconocer la revolución
como su operación propia. El hecho de que esperasen para actuar un signo
exterior de la decisión de Dios es la traducción en el pensamiento de una
práctica en la que los campesinos sublevados siguen a jefes armados fuera de
ellos mismos. La clase campesina no podía alcanzar una conciencia justa del
funcionamiento de la sociedad y de la forma de llevar su propia lucha: debido a
que le faltaban esas condiciones de unidad en su acción y en su conciencia
expresó su proyecto y condujo sus guerras según la imaginería del paraíso
terrestre.
139
La nueva posesión de la vida
histórica, el Renacimiento, que encuentra en la antigüedad su pasado y su
derecho, lleva consigo la ruptura gozosa con la eternidad. Su tiempo
irreversible es el de la acumulación infinita de conocimientos, y la conciencia
histórica surgida de la experiencia de las comunidades democráticas y de las
fuerzas que las destruyen volverá a tomar con Maquiavelo el razonamiento sobre
el poder desacralizado, a decir lo indecible del Estado. En la vida exhuberante
de las ciudades italianas, en el arte de las fiestas, la vida se conoce como un
goce del paso del tiempo. Pero este goce del pasar debería ser él mismo
pasajero. La canción de Lorenzo de Médicis, considerada por Buckhardt como la
expresión "del espíritu mismo del Renacimiento", es el elogio que esta frágil
fiesta de la historia ha pronunciado sobre sí misma: "Qué bella es la juventud -
que se va tan deprisa."
140
El movimiento constante de
monopolización de la vida histórica por el Estado de la monarquía absoluta,
forma de transición hacia la dominación completa de la clase burguesa, hace
aparecer en su verdad lo que es el nuevo tiempo irreversible de la burguesía. Es
al tiempo de trabajo, por primera vez librado de lo cíclico, al que la burguesía
está ligada. El trabajo se ha convertido con la burguesía en trabajo que
transforma las condiciones históricas. La burguesía es la primera clase
dominante para quien el trabajo es un valor. Y la burguesía que suprime todo
privilegio, que no reconoce ningún valor que no derive de la explotación del
trabajo, ha identificado precisamente con el trabajo su propio valor como clase
dominante y ha hecho del progreso del trabajo su propio progreso. La clase que
acumula las mercancías y el capital modifica continuamente la naturaleza
modificando el trabajo mismo, desencadenando su productividad. Toda la vida
social se ha concentrado ya en la pobreza ornamental de la Corte, atavío de la
fría administración estatal que culmina en el "oficio de rey"; y toda libertad
histórica particular ha debido consentir su pérdida. La libertad del juego
temporal irreversible de los feudales se consumió en sus últimas batallas
perdidas con las guerras de la Fronde o el levantamiento de los escoceses en
favor de Carlos Eduardo. El mundo ha cambiado de base.
141
La victoria de la burguesía es la
victoria del tiempo profundamente histórico, porque es el tiempo de la
producción económica que transforma la sociedad de modo permanente y de arriba a
abajo. Durante tanto tiempo como la producción agraria sigue siendo el trabajo
principal, el tiempo cíclico que continúa presente en el fondo de la sociedad
sostiene las fuerzas coaligadas de la tradición, que van a frenar el movimiento.
Pero el tiempo irreversible de la economía burguesa extirpa estas supervivencias
en toda la extensión del mundo. La historia que había aparecido hasta entonces
como el movimiento de los individuos de la clase dominante únicamente, y por
tanto escrita como historia de acontecimientos, es ahora comprendida como el
movimiento general, y en este severo movimiento los individuos son sacrificados.
La historia que descubre su base en la economía política conoce ahora la
existencia de lo que era su inconsciente, pero sigue no obstante sin poder
sacarlo a la luz. Es solamente esta prehistoria ciega, una nueva fatalidad que
nadie domina, lo que la economía mercantil ha democratizado.
142
La historia que se halla presente
en toda la profundidad de la sociedad tiende a perderse en la superficie. El
triunfo del tiempo irreversible es también su metamorfosis en tiempo de las
cosas, porque el arma de su victoria ha sido precisamente la producción en serie
de objetos según las leyes de la mercancía. El principal producto que el
desarrollo económico ha hecho pasar de la rareza lujosa al consumo corriente ha
sido por tanto la historia, pero solamente en tanto que historia del movimiento
abstracto de las cosas que domina todo uso cualitativo de la vida. Mientras que
el tiempo cíclico anterior había sostenido una parte creciente de tiempo
histórico vivido por algunos individuos y grupos, la dominación del tiempo
irreversible de la producción tiende a eliminar socialmente este tiempo
vivido.
143
De este modo la burguesía ha hecho
conocer y ha impuesto a la sociedad un tiempo histórico irreversible, pero
negándole su uso. "Hubo historia, pero ya no", porque la clase de los poseedores
de la economía, que no puede romper con la historia económica, debe también
rechazar como una amenaza inmediata todo otro empleo irreversible del tiempo. La
clase dominante, compuesta por especialistas de la posesión de las cosas que son
ellos mismos, por esa razón, una posesión de cosas, debe unir su suerte al
mantenimiento de esta historia reificada, a la permanencia de una nueva
inmovilidad en la historia. Por primera vez el trabajador, en la base de la
sociedad, no es materialmente extraño a la historia ya que ahora la sociedad se
mueve irreversiblemente por su base. En la reivindicación de vivir el tiempo
histórico que hace el proletariado encuentra éste el simple centro inolvidable
de su proyecto revolucionario; y cada una de las tentativas de ejecución de este
proyecto aniquiladas hasta ahora marca un punto de partida posible de la nueva
vida histórica.
144
El tiempo irreversible de la
burguesía dueña del poder comenzó por presentarse bajo su propio nombre, como un
origen absoluto, el año I de la República. Pero la ideología revolucionaria de
la libertad general que había abatido los últimos restos de organización mítica
de los valores y toda reglamentación tradicional de la sociedad permitía ver ya
la voluntad real que había vestido a la romana: la libertad de comercio
generalizada. La sociedad de la mercancía, descubriendo entonces que debía
reconstruir la pasividad que le había sido necesario sacudir fundamentalmente
para establecer su propio reino puro, "encuentra en el cristianismo con su culto
al hombre abstracto... el complemento religioso más conveniente" (El Capital).
La burguesía ha concluido entonces con esta religión un compromiso que se
expresa también en la presentación del tiempo: abandonando su propio calendario
su tiempo irreversible vuelve a amoldarse a la era cristiana cuya sucesión
continúa.
145
Con el desarrollo del capitalismo
el tiempo irreversible se ha unificado mundialmente. La historia universal llega
a ser una realidad, ya que el mundo entero se reúne bajo el desarrollo de ese
tiempo. Pero esta historia que es la misma en todas partes a la vez no es
todavía otra cosa que la negación intra-histórica de la historia. Es el tiempo
de la producción económica, recortado en fragmentos abstractos iguales, que se
manifiestan sobre todo el planeta como el mismo día. El tiempo irreversible
unificado es el del mercado mundial, y corolariamente el del espectáculo
mundial.
146
El tiempo irreversible de la
producción es en primer lugar la medida de las mercancías. Así que el tiempo que
se afirma oficialmente en toda la extensión del mundo como el tiempo general de
la sociedad, no significando más que los intereses especializados que lo
constituyen no es más que un tiempo particular.Capítulo 6
El tiempo espectacular
"No tenemos nada
nuestro, salvo el tiempo, del que gozan hasta quienes no tienen
morada"
BALTASAR GRACIÁN, El Cortesano
BALTASAR GRACIÁN, El Cortesano
147
El tiempo de la producción, el
tiempo-mercancía, es una acumulación infinita de intervalos equivalentes. Es la
abstracción del tiempo irreversible, en que todos los segmentos deben probar
sobre el cronómetro su igualdad cuantitativa única. Este tiempo es, en toda su
realidad efectiva, lo que es en su carácter intercambiable. En esta dominación
social del tiempo-mercancía "el tiempo lo es todo, el hombre no es nada; a lo
sumo es el esqueleto del tiempo" (Miseria de la Filosofía). Es el tiempo
desvalorizado, la inversión completa del tiempo como "campo de desarrollo
humano".
148
El tiempo general del no-desarrollo
humano existe también bajo el aspecto complementario de un tiempo consumible que
vuelve hacia la vida cotidiana de la sociedad, a partir de esta producción
determinada, como un tiempo seudocíclico.
149
El tiempo seudo-cíclico no es de
hecho más que el disfraz consumible del tiempo-mercancía de la producción.
Contiene sus rasgos esenciales de unidades homogéneas intercambiables y de
supresión de la dimensión cualitativa. Pero siendo el subproducto de este tiempo
destinado al retraso la vida cotidiana concreta -y al mantenimiento de este
retraso- debe cargarse de seudovalorizaciones y aparecer en una sucesión de
momentos falsamente individualizados.
150
El tiempo seudocíclico es el del
consumo de la supervivencia económica moderna, la supervivencia aumentada, donde
lo vivido cotidiano queda privado de decisión y sometido ya no al orden natural,
sino a la seudonaturaleza desarrollada en el trabajo alienado; y por tanto este
tiempo reencuentra naturalmente el viejo ritmo cíclico que regulaba la
supervivencia de las sociedades preindustriales. A la vez el tiempo seudocíclico
se apoya sobre las huellas naturales del tiempo cíclico componiendo nuevas
combinaciones homólogas: el día y la noche, el trabajo y el descanso semanales,
el retorno de los períodos de vacaciones.
151
El tiempo seudo-cíclico es un
tiempo que ha sido transformado por la industria. El tiempo que se basa en la
producción de mercancías es él mismo una mercancía consumible, que reúne todo lo
que antes se hallaba diferenciado, en la fase de disolución de la vieja sociedad
unitaria, en vida privada, vida económica, vida política. Todo el tiempo
consumible de la sociedad moderna viene a ser tratado como materia prima de
nuevos productos diversificados que se imponen en el mercado como empleos del
tiempo socialmente organizados. "Un producto que ya existe bajo una forma que
somete lo propio al consumo puede sin embargo convertirse a su vez en materia
prima de otro producto." ( El Capital
).
152
En su sector más avanzado, el
capitalismo concentrado se orienta hacia la venta de bloques de tiempo
"totalmente equipados", cada uno de los cuales constituye una sola mercancía
unificada que ha integrado cierto número de mercancías diversas. Es así como
puede aparecer en la economía en expansión de los "servicios" y entretenimientos
la fórmula de pago calculado "todo incluido" para el hábitat espectacular, los
seudo-desplazamientos colectivos de las vacaciones, el abono al consumo cultural
y la venta de la sociabilidad misma en "conversaciones apasionantes" y
"encuentros de personalidades". Esta clase de mercancía espectacular, que
evidentemente no puede tener curso más que en función de la penuria acrecentada
de las realidades correspondientes, figura con la misma evidencia entre los
artículos-piloto de la modernización de las ventas al ser pagable a
crédito.
153
El tiempo seudo-cíclico consumible
es el tiempo espectacular, a la vez como tiempo del consumo de imágenes, en el
sentido restringido, y como imagen del consumo del tiempo en toda su extensión.
El tiempo del consumo de imágenes, médium de todas las mercancías, es de modo
implícito el campo donde se ejercen plenamente los instrumentos del espectáculo
y el fin que estos presentan globalmente como lugar y como figura central de
todos los consumos particulares: se sabe que el ahorro de tiempo buscado
constantemente por la sociedad moderna - ya se trate de la velocidad en los
transportes o del uso de las sopas en sobre - se traduce positivamente para la
población de los Estados Unidos en el hecho de que la sola contemplación de la
televisión le ocupa por término medio entre tres y seis horas diarias. La imagen
social del consumo del tiempo, por su parte, está exclusivamente dominada por
los momentos de ocio y de vacaciones, momentos representados a distancia y
postulados como deseables como toda mercancía espectacular. Esta mercancía es
aquí explícitamente dada como el momento de la vida real, cuyo retorno cíclico
se trata de esperar. Pero incluso en estos momentos asignados a la vida sigue
siendo todavía el espectáculo el que se deja ver y reproducir, alcanzando un
grado más intenso. Lo que ha sido representado como la vida real se revela
simplemente como la vida realmente espectacular.
154
Esta época, que se muestra a sí
misma su tiempo como siendo esencialmente el retorno precipitado de múltiples
festividades es igualmente una época sin fiesta. Lo que era en el tiempo cíclico
el momento de participación de una comunidad en el gasto lujoso de la vida es
imposible para la sociedad sin comunidad y sin lujo. Cuando sus seudo-fiestas
vulgarizadas, parodias del diálogo y de la donación, incitan a un gasto
económico adicional, sólo devuelven una decepción siempre compensada con la
promesa de una nueva decepción. El tiempo de la supervivencia moderna debe
alabarse en el espectáculo tanto más abiertamente cuanto que su valor de uso ha
disminuido. La realidad del tiempo ha sido reemplazada por la publicidad del
tiempo.
155
Mientras que el consumo del tiempo
cíclico en las sociedades antiguas estaba en consonancia con el trabajo real de
estas sociedades, el consumo seudo-cíclico de la economía desarrollada se
encuentra en contradicción con el tiempo irreversible abstracto de su
producción. En tanto que el tiempo cíclico era tiempo de la ilusión inmóvil,
vivido realmente, el tiempo espectacular es el tiempo de la realidad que se
transforma, vivido ilusoriamente.
156
Lo que es siempre nuevo en el
proceso de producción de cosas no se reencuentra en el consumo, que sigue siendo
el retorno ampliado de lo mismo. Puesto que el trabajo muerto continúa dominando
el trabajo vivo, en el tiempo espectacular el pasado domina el presente.
157
Como otro aspecto en la deficiencia
de la vida histórica general, la vida individual todavía no tiene historia. Los
seudo-acontecimientos que se presentan en la dramatización espectacular no han
sido vividos por quienes han sido informados de ellos; y además se pierden en la
inflación de su reemplazamiento precipitado a cada pulsación de la maquinaria
espectacular. Por otro lado lo que ha sido realmente vivido no tiene relación
con el tiempo irreversible oficial de la sociedad y está en oposición directa al
ritmo seudo-cíclico del subproducto consumible de este tiempo. Esta vivencia
individual de la vida cotidiana separada queda sin lenguaje, sin concepto, sin
acceso crítico a su propio pasado que no está consignado en ninguna parte. No se
comunica. Es incomprendida y olvidada en beneficio de la falsa memoria
espectacular de lo no-memorable.
158
El espectáculo, como organización
social presente de la parálisis de la historia y de la memoria, del abandono de
la historia que se erige sobre la base del tiempo histórico, es la falsa
conciencia del tiempo.
159
Para llevar a los trabajadores al
estatuto de productores y consumidores "libres" del tiempo-mercancía la
condición previa ha sido la expropiación violenta de su tiempo. El retorno
espectacular del tiempo sólo ha llegado a ser posible a partir de esta primera
desposesión del productor.
160
La parte irreductiblemente
biológica que sigue presente en el trabajo, tanto en la dependencia de lo
cíclico natural en la vigilia y el sueño como en la evidencia del tiempo
irreversible individual del desgaste de una vida, se contemplan sólo como
accesorios desde el punto de vista de la producción moderna; y como tales, estos
elementos son desatendidos en las proclamas oficiales del movimiento de la
producción y de los trofeos consumibles que son la traducción accesible de esta
incesante victoria. Inmovilizada en el centro falsificado del movimiento de su
mundo, la conciencia espectadora ya no distingue en su vida el pasaje hacia su
realización y hacia su muerte. Quien ha renunciado a gastar su vida no tiene ya
que reconocer su muerte. La publicidad de los seguros de vida le insinúa
solamente que es culpable de morir sin haber asegurado la regulación del sistema
después de esta pérdida económica; y la del american way of death insiste sobre
su capacidad de mantener en este encuentro la mayor parte de las apariencias de
la vida. Bajo el resto de bombardeos publicitarios está rotundamente prohibido
envejecer. Se trataría de administrar cada uno en su caso un "capital-juventud"
que, por haber estado mediocremente empleado, no puede sin embargo pretender
adquirir la realidad durable y acumulativa del capital financiero. Esta ausencia
social de la muerte es idéntica a la ausencia de la vida.
161
El tiempo es la alienación
necesaria, como mostraba Hegel, el medio donde el sujeto se realiza perdiéndose,
se transforma en otro para llegar a ser la verdad de sí mismo. Pero su contrario
es justamente la alienación dominante, que es sufrida por el productor de un
presente ajeno. En esta alienación espacial la sociedad que separa de raíz el
sujeto de la actividad que le sustrae le separa en primer lugar de su propio
tiempo. La alienación social superable es justamente la que ha prohibido y
petrificado las posibilidades y los riesgos de la alienación viviente en el
tiempo.
162
Bajo las modas aparentes que se
anulan y recomponen en la superficie fútil del seudo-tiempo cíclico contemplado,
el gran estilo de la época es siempre el que está orientado por la necesidad
evidente y secreta de la revolución.
163
La base natural del tiempo, el
cálculo sensible del transcurso del tiempo, se vuelve humano y social al existir
para el hombre . Es el estado limitado de la práctica humana, el trabajo en
diferentes estadios, el que hasta ahora ha humanizado, y también ha
deshumanizado, el tiempo como tiempo cíclico y tiempo separado irreversible de
la producción económica. El proyecto revolucionario de una sociedad sin clases,
de una vida histórica generalizada, es el proyecto de la descomposición de la
medida social del tiempo en beneficio de un modelo lúdico de tiempo irreversible
de los individuos y de los grupos, modelo en el cual están simultáneamente
presentes tiempos independientes federados. Es el programa de una realización
total en el entorno del tiempo del comunismo que suprime "todo lo que existe
independientemente de los individuos"
164
El mundo posee ya el sueño de un
tiempo cuya conciencia tiene ahora que poseer para vivirlo realmente.
Capítulo 7
El acondicionamiento del territorio
"Y quien llega a ser
Señor de una ciudad acostumbrada a vivir libre y al punto no la destruye, que
tema ser destruido por ella, porque ésta tiene siempre por refugio en sus
rebeliones el nombre de la libertad y sus viejas costumbres, las cuales ni por
el paso del tiempo ni por beneficio alguno se olvidarán jamás. Y por más que se
haga o se provea, si no se expulsa o dispersa a sus habitantes, estos no
olvidarán en ningún momento ese nombre ni esas costumbres..."MAQUIAVELO, El Príncipe
165
La producción capitalista ha
unificado el espacio, que ya no está limitado por sociedades exteriores. Esta
unificación es al mismo tiempo un proceso extensivo e intensivo de banalización.
La acumulación de mercancías producidas en serie para el espacio abstracto del
mercado, al mismo tiempo que debía romper todas las barreras regionales y
legales y todas las restricciones corporativas de la edad media que mantenían la
calidad de la producción artesanal, debía también disolver la autonomía y
calidad de los lugares. Esta fuerza de homogeneización es la artillería pesada
que ha derribado todas las murallas chinas.
166
Es para llegar a ser cada vez más
idéntico a sí mismo, para aproximarse mejor a la monotonía inmóvil, para lo que
el espacio libre de la mercancía es, a partir de ahora, incesantemente
modificado y reconstruido.
167
Esta sociedad que suprime la
distancia geográfica acoge interiormente la distancia en tanto que separación
espectacular.
168
Subproducto de la circulación de
mercancías, la circulación humana considerada como un consumo, el turismo, se
reduce fundamentalmente al ocio de ir a ver aquello que ha llegado a ser banal.
La organización económica de la frecuentación de lugares diferentes es ya por sí
misma la garantía de su equivalencia. La misma modernización que ha retirado del
viaje el tiempo le ha retirado también la realidad del espacio.
169
La sociedad que modela todo su
entorno ha edificado su técnica especial para trabajar la base concreta de este
conjunto de tareas: su territorio mismo. El urbanismo es esta toma de posesión
del medio ambiente natural y humano por el capitalismo que, desarrollándose
lógicamente como dominación absoluta, puede y debe ahora rehacer la totalidad
del espacio como su propio decorado.
170
La necesidad capitalista satisfecha
en el urbanismo, en tanto que congelación visible de la vida, puede expresarse -
empleando términos hegelianos - como la predominancia absoluta de "la apacible
coexistencia del espacio" sobre "el inquieto devenir en la sucesión del
tiempo".
171
Si todas las fuerzas técnicas de la
economía capitalista deben ser comprendidas como operantes de separaciones, en
el caso del urbanismo se trata del equipamiento de su base general, del
tratamiento del suelo que conviene a su despliegue; de la técnica misma de la
separación.
172
El urbanismo es la realización
moderna de la tarea ininterrumpida que salvaguarda el poder de clase: el
mantenimiento de la atomización de los trabajadores que las condiciones urbanas
de producción habían reagrupado peligrosamente. La lucha constante que ha debido
sostenerse contra todos los aspectos de esta posibilidad de reunirse encuentra
en el urbanismo su campo privilegiado. El esfuerzo de todos los poderes
establecidos después de las experiencias de la Revolución francesa para
acrecentar los medios de mantener el orden en la calle culminará finalmente en
la supresión de la calle. "Con los medios de comunicación de masas que eliminan
las grandes distancias el aislamiento de la población ha demostrado ser un modo
de control mucho más eficaz", constata Lewis Mumford en La ciudad a través de la
historia. Pero el movimiento general del aislamiento que es la realidad el
urbanismo debe también contener una reintegración controlada de los trabajadores
según las necesidades planificables de la producción y el consumo. La
integración en el sistema debe recuperar a los individuos en tanto que
individuos aislados en conjunto: tanto las fábricas como las casas de cultura,
los pueblos de veraneo como "las grandes urbanizaciones" están especialmente
organizados para los fines de esta seudo-colectividad que acompaña también al
individuo aislado en la célula familiar: el empleo generalizado de receptores
del mensaje espectacular hace que su aislamiento se encuentre poblado de
imágenes dominantes, imágenes que solamente por este aislamiento adquieren su
pleno poder.
173
Por primera vez una nueva
arquitectura, que en cada época anterior estaba reservada a la satisfacción de
las clases dominantes, se encuentra directamente destinada a los pobres. La
miseria formal y la extensión gigantesca de esta nueva experiencia de hábitat
proceden conjuntamente de su carácter de masa, que está implicado a la vez por
su destinación y por las condiciones modernas de construcción. La decisión
autoritaria, que ordena abstractamente el territorio en territorio de la
abstracción, está evidentemente en el centro de estas condiciones modernas de
construcción. La misma arquitectura aparece en todas partes donde comienza la
industrialización de los países atrasados en este aspecto como terreno adecuado
al nuevo género de existencia social que se trata de implantar allí. Tan
claramente como en las cuestiones del armamento termo-nuclear o de la natalidad
- donde se ha alcanzado la posibilidad de manipular la herencia - el umbral
traspasado en el crecimiento del poder material de la sociedad y el retraso en
la dominación consciente de este poder se despliegan en el urbanismo.
174
El momento actual es ya el de la
autodestrucción del medio urbano. La explosión de las ciudades sobre los campos
cubiertos por "masas informes de residuos urbanos" (Lewis Mumford) es presidida
de forma inmediata por los imperativos del consumo. La dictadura del automóvil,
producto-piloto de la primera fase de la abundancia mercantil, se ha inscrito en
el terreno con la dominación de la autopista, que disloca los antiguos centros e
impone una dispersión cada vez más pujante. Al mismo tiempo los momentos de
reorganización inconclusa del tejido urbano se polarizan pasajeramente alrededor
de "las fábricas de distribución" que son los gigantescos hipermercados
edificados sobre un terreno desnudo, con un parking por pedestal; y estos
templos del consumo precipitado están ellos mismos en fuga en el movimiento
centrífugo que los rechaza a medida que se convierten a su vez en centros
secundarios sobrecargados, porque han acarreado una recomposición parcial de la
aglomeración. Pero la organización técnica del consumo no es más que el primer
plano de la disolución general que ha llevado a la ciudad a autoconsumirse de
esta manera.
175
La historia económica, que se ha
desarrollado enteramente alrededor de la oposición ciudad-campo, ha alcanzado un
momento de éxito que anula a la vez los dos términos. La parálisis actual del
desarrollo histórico total en beneficio únicamente de la continuación del
movimiento independiente de la economía hace del momento en que empiezan a
desaparecer la ciudad y el campo, no la superación de su división, sino su
hundimiento simultáneo. El desgaste recíproco de la ciudad y el campo, producto
del decaimiento del movimiento histórico por el que la realidad urbana existente
debería ser sobrepasada, aparece en esta mezcla ecléctica de sus elementos
descompuestos que recubre las zonas más avanzadas de la
industrialización.
176
La historia universal nació en las
ciudades y llegó a su mayoría de edad en el momento de la victoria decisiva de
la ciudad sobre el campo. Marx considera como uno de los mayores méritos
revolucionarios de la burguesía el hecho de que "ha sometido el campo a la
ciudad", cuyo aire emancipa. Pero si la historia de la ciudad es la historia de
la libertad, lo ha sido también de la tiranía, de la administración estatal que
controla el campo y la ciudad misma. La ciudad no ha podido ser hasta ahora más
que el terreno de lucha por la libertad histórica, y no su posesión. La ciudad
es el medio ambiente de la historia porque es a la vez concentración del poder
social que hace posible la empresa histórica y la conciencia del pasado. La
tendencia actual a la liquidación de la ciudad no hace en consecuencia más que
expresar de otra manera el retraso de una subordinación de la economía a la
conciencia histórica, de una unificación de la sociedad recuperando los poderes
que se han separado de ella.
177
"El campo muestra justamente el
hecho contrario, el aislamiento y la separación". (La ideología alemana). El
urbanismo que destruye las ciudades reconstituye un seudo-campo, en el cual se
han perdido tanto las referencias naturales del campo antiguo como las
relaciones sociales directas y directamente puestas en cuestión de la ciudad
histórica. Es un nuevo campesinado ficticio el que recrean las condiciones de
hábitat y de control espectacular en el actual "territorio acondicionado": la
dispersión en el espacio y la mentalidad limitada, que siempre han impedido al
campesinado emprender una acción independiente y afirmarse como potencia
histórica creadora, vuelven a caracterizar a los productores -el movimiento de
un mundo que ellos mismos fabrican quedando tan completamente fuera de su
alcance como lo estaba el ritmo natural de los trabajos para la sociedad
agraria. Pero cuando este campesinado, que fue la base inmóvil del "despotismo
oriental" y cuya misma dispersión llamaba a la centralización burocrática,
reaparece como producto de las condiciones de crecimiento de la burocratización
estatal moderna, su apatía ha de ser ahora históricamente fabricada y mantenida:
la ignorancia natural ha hecho lugar al espectáculo organizado del error. Las
"nuevas ciudades" del seudo-campesinado tecnológico inscriben claramente en el
terreno la ruptura con el tiempo histórico sobre el cual fueron construidas; su
divisa puede ser: "Aquí nunca ocurrirá nada y nunca ha ocurrido nada". Es muy
evidente, debido a que la historia que debe librarse en las ciudades todavía no
ha sido liberada, que las fuerzas de la ausencia histórica comienzan a componer
su propio paisaje exclusivo.
178
La historia que amenaza a este
mundo crepuscular es también la fuerza que puede someter el espacio al tiempo
vivido. La revolución proletaria es esta crítica de la geografía humana a través
de la cual los individuos y las comunidades deben construir los lugares y los
acontecimientos que corresponden a la apropiación, no ya solamente de su
trabajo, sino de su historia total. En este espacio movedizo del juego y de las
variaciones elegidas del juego se puede reencontrar la autonomía del lugar sin
reintroducir una vinculación exclusiva al suelo y con ello recobrar la realidad
del viaje, y de la vida comprendida como un viaje que tiene en sí mismo todo su
sentido.
179
La mayor idea revolucionaria
referente al urbanismo no es ella misma urbanística, tecnológica o estética. Es
la decisión de reconstruir íntegramente el territorio según las necesidades de
poder de los Consejos de trabajadores, de la dictadura anti-estatal del
proletariado, del diálogo ejecutorio. Y el poder de los Consejos, que no puede
ser efectivo más que transformando la totalidad de las condiciones existentes,
no podrá asegurarse una tarea menor si quiere ser reconocido y reconocerse a sí
mismo en su mundo.Capítulo 8
La negación y el consumo de la cultura
"¿Viviremos
suficiente para ver una revolución política? ¿Nosotros, los contemporáneos de
estos alemanes? Amigo mío, usted cree lo que desea creer... Cuando se juzga
Alemania según su historia presente, no me discutirá usted que toda su historia
está falsificada y que toda su vida pública actual no representa el estado real
del pueblo. Lea los periódicos que usted quiera, convénzase de que no se deja de
celebrar -y usted admitirá que la censura no impide a nadie el dejar de hacerlo-
la libertad y la felicidad nacional que poseemos..."RUGE, Carta a Marx, marzo de
1843.
180
La cultura es la esfera general del
conocimiento y de las representaciones de lo vivido en la sociedad histórica
dividida en clases; lo que viene a decir que es el poder de generalización
existiendo aparte, como división del trabajo intelectual y trabajo intelectual
de la división. La cultura se ha desprendido de la unidad de la sociedad del
mito, cuando "el poder de unificación desaparece de la vida del hombre y los
contrarios pierden su relación y su interacción vivientes y adquieren
autonomía..." (Diferencia entre los sistemas de Fichte y Schelling). Al ganar su
independencia, la cultura comienza un movimiento imperialista de enriquecimiento
que es al mismo tiempo el ocaso de su independencia. La historia que crea la
autonomía relativa de la cultura y las ilusiones ideológicas sobre esta
autonomía se expresan también como historia de la cultura. Y toda la historia
conquistadora de la cultura puede ser comprendida como la historia de la
revelación de su insuficiencia, como una marcha hacia su autosupresión. La
cultura es el lugar donde se busca la unidad perdida. En esta búsqueda de la
unidad, la cultura como esfera separada está obligada a negarse a sí
misma.
181
La lucha entre la tradición y la
innovación, que es el principio del desarrollo interno de la cultura de las
sociedades históricas, no puede proseguirse más que a través de la victoria
permanente de la innovación. Pero la innovación en la cultura es acarreada nada
más que por el movimiento histórico total que, al tomar conciencia de su
totalidad, tiende a superar sus propias presuposiciones culturales y va hacia la
supresión de toda separación.
182
El impulso de los conocimientos de
la sociedad, que contiene la comprensión de la historia como núcleo de la
cultura, toma de sí mismo un conocimiento sin vuelta atrás que se ha expresado
por la destrucción de Dios. Pero esta "condición primera de toda crítica" es
también la obligación primera de una crítica infinita. Allí donde ninguna regla
de conducta puede ya mantenerse, cada resultado de la cultura la hace avanzar
hacia su disolución. Como la filosofía en el momento en que ha conseguido su
plena autonomía, toda disciplina devenida autónoma debe desplomarse, en primer
lugar en cuanto pretensión de explicación coherente de la totalidad social, y
finalmente incluso en cuanto instrumentación parcelaria utilizable dentro de sus
propias fronteras. La falta de racionalidad de la cultura separada es el
elemento que la condena a desaparecer, puesto que en ella la victoria de lo
racional ya está presente como exigencia.
183
La cultura emergió de la historia
que ha disuelto el modo de vida del viejo mundo, pero en tanto que esfera
separada no es todavía sino la inteligencia y la comunicación sensible que
siguen siendo parciales en una sociedad parcialmente histórica. Es el sentido de
un mundo demasiado poco sensato.
184
El fin de la historia de la cultura
se manifiesta mediante dos perfiles opuestos: el proyecto de su superación en la
historia total y la organización de su mantenimiento como objeto muerto en la
contemplación espectacular. El primero de estos movimientos ha unido su suerte a
la crítica social, y el otro a la defensa del poder de clase.
185
Cada uno de los dos frentes del fin
de la cultura existe de un modo unitario, tanto en todos los aspectos de los
conocimientos como en todos los aspectos de las representaciones sensibles -en
lo que era el arte en el sentido más general. En el primer caso se oponen la
acumulación de conocimientos fragmentarios que se vuelven inutilizables, porque
la aprobación de las condiciones existentes debe finalmente renunciar a sus
propios conocimientos, y la teoría de la praxis que detenta en solitario la
verdad de todos ellos por ser la única que detenta el secreto de su uso. En el
segundo caso se oponen la autodestrucción crítica del antiguo lenguaje común de
la sociedad y su recomposición artificial en el espectáculo mercantil, la
representación ilusoria de lo no-vivido.
186
Al perder la comunidad de la
sociedad del mito, la sociedad debe perder todas las referencias de un lenguaje
realmente común, hasta el momento en que la escisión de la comunidad inactiva
puede ser superada mediante el acceso a la real comunidad histórica. El arte,
que fue ese lenguaje común de la inacción social, desde que se constituye como
arte independiente en el sentido moderno, emergiendo de su primer universo
religioso y llegando a ser producción individual de obras separadas,
experimenta, como caso particular, el movimiento que domina la historia del
conjunto de la cultura separada. Su afirmación independiente es el comienzo de
su disolución.
187
El hecho de que el lenguaje de la
comunicación se ha perdido, he aquí lo que expresa positivamente el movimiento
de descomposición moderna de todo arte, su aniquilación formal. Lo que este
movimiento expresa negativamente es el hecho de que debe reencontrarse un
lenguaje común -no ya en la conclusión unilateral que, para el arte de la
sociedad histórica, llegaba siempre demasiado tarde, hablando a otros de lo que
ha sido vivido sin diálogo real, y admitiendo esta deficiencia de la vida-, pero
que debe ser reencontrado en la praxis, que reúne en sí misma la actividad
directa y su lenguaje. Se trata de poseer efectivamente la comunidad del diálogo
y el juego con el tiempo que han sido representados por la obra
poético-artística.
188
Cuando el arte independizado
representa su mundo con sus colores resplandecientes, un momento de la vida ha
envejecido y no se deja rejuvenecer con colores resplandecientes. Sólo se deja
evocar en el recuerdo. La grandeza del arte no comienza a aparecer hasta el
crepúsculo de la vida.
189
El tiempo histórico que invade el
arte se expresó primeramente en la esfera misma del arte a partir del barroco.
El barroco es el arte de un mundo que ha perdido su centro: el último orden
mítico reconocido por la edad media, en el cosmos y en el gobierno terrestre -la
unidad de la Cristiandad y el fantasma de un Imperio- ha caído. El arte del
cambio debe llevar en sí el principio efímero que descubre en el mundo. Ha
elegido, dice Eugenio D' Ors, "la vida contra la eternidad". El teatro y la
fiesta, la fiesta teatral, son los momentos dominantes de la realización
barroca, en la cual ninguna expresión artística particular toma su sentido más
que por su referencia al decorado de un lugar construido, a una construcción que
debe ser en sí misma el centro de unificación; y este centro es el pasaje, que
se inscribe como un equilibrio amenazado en el desorden dinámico de todo. La
importancia, a veces excesiva, adquirida por el concepto de barroco en la
discusión estética contemporánea traduce la toma de conciencia de la
imposibilidad de un clasicismo artístico: los esfuerzos en favor de un
clasicismo o neoclasicismo normativos, después de tres siglos, no han sido sino
breves construcciones ficticias hablando el lenguaje exterior del Estado, el de
la monarquía absoluta o el de la burguesía revolucionaria vestida a la romana.
Desde el romanticismo al cubismo se trata finalmente de un arte cada vez más
individualizado de la negación, renovándose perpetuamente hasta la disgregación
y la negación consumadas de la esfera artística, que ha seguido el curso general
del barroco. La desaparición del arte histórico que estaba ligado a la
comunicación interna de una élite, que tenía su base social semi-independiente
en las condiciones parcialmente lúdicas vividas todavía por las últimas
aristocracias, traduce también el hecho de que el capitalismo conoce el primer
poder de clase que se declara despojado de toda cualidad ontológica: y cuyo
poder enraizado en la simple gestión de la economía es igualmente la pérdida de
toda soberanía humana. El conjunto barroco, que para la creación artística es
también una unidad perdida hace mucho tiempo, se reencuentra de alguna manera en
el consumo actual de la totalidad del pasado artístico. El conocimiento y el
reconocimiento históricos de todo el arte del pasado, retrospectivamente
constituido en arte mundial, lo relativizan en un desorden global que constituye
a su vez un edificio barroco a un nivel más elevado, edificio en el cual deben
fundirse la producción misma de un arte barroco y todos sus resurgimientos. Las
artes de todas las civilizaciones y de todas las épocas, por primera vez, pueden
ser todas conocidas y admitidas en conjunto. Es una "colección de recuerdos" de
la historia del arte que, al hacerse posible, es también el fin del mundo del
arte. En esta época de los museos, cuando ya ninguna comunicación artística
puede existir, todos los momentos antiguos del arte pueden ser igualmente
admitidos, pues ninguno de ellos padece ya ante la pérdida de sus condiciones de
comunicación particulares en la pérdida actual de las condiciones de
comunicación en general.
190
El arte en su época de disolución,
en tanto que movimiento negativo que persigue la superación del arte en una
sociedad histórica donde la historia no es vivida todavía, es a la vez un arte
del cambio y la expresión pura del cambio imposible. Cuanto más grandiosa es su
exigencia, más se aleja de él su verdadera realización. Este arte es
forzosamente de vanguardia y no lo es. Su vanguardia es su desaparición.
191
El dadaísmo y el surrealismo son
las dos corrientes que marcaron el fin del arte moderno. Son, aunque sólo de
manera relativamente consciente, contemporáneos de la última gran ofensiva del
movimiento revolucionario proletario; y el fracaso de este movimiento, que les
dejó encerrados en el mismo campo artístico cuya caducidad habían proclamado, es
la razón fundamental de su inmovilización. El dadaísmo y el surrealismo están a
la vez ligados y en oposición. En esta oposición que constituye también para
cada uno de ellos la parte más consecuente y radical de su aportación aparece la
insuficiencia interna de su crítica, desarrollada tanto por el uno como por el
otro de un modo unilateral. El dadaísmo ha querido suprimir el arte sin
realizarlo; y el surrealismo ha querido realizar el arte sin suprimirlo. La
posición crítica elaborada después por los situacionistas mostró que la
supresión y la realización del arte son los aspectos inseparables de una misma
superación del arte.
192
El consumo espectacular que
conserva la antigua cultura congelada, incluida la repetición recuperada de sus
manifestaciones negativas, llega a ser abiertamente en su sector cultural lo que
es implícitamente en su totalidad: la comunicación de lo incomunicable. Allí la
destrucción extrema del lenguaje puede encontrarse vulgarmente reconocida como
un valor positivo oficial, puesto que se trata de publicitar una reconciliación
con el estado de cosas dominante, en el cual toda comunicación es jubilosamente
proclamada ausente. La verdad crítica de esta destrucción, en tanto que vida
real de la poesía y del arte modernos, es evidentemente ocultada, pues el
espectáculo, que tiene la función de hacer olvidar la historia en la cultura,
aplica en la seudo-novedad de sus medios modernistas la misma estrategia que lo
constituye en profundidad. Así puede presentarse como nueva una escuela de
neo-literatura que admite simplemente que contempla lo escrito por sí mismo. Por
otra parte, junto a la simple proclamación de la belleza que se presume
suficiente de la disolución de lo comunicable, la tendencia más moderna de la
cultura espectacular - y la más vinculada con la práctica represiva de la
organización de la sociedad - busca recomponer, por medio de "trabajos de
equipo", un medio neo-artístico complejo a partir de elementos descompuestos;
particularmente en las búsquedas de integración de residuos artísticos o
híbridos estético-técnicos en el urbanismo. Esto es la traducción, en el plano
de la seudo-cultura espectacular, del proyecto general del capitalismo
desarrollado que tiende a recuperar al trabajador parcelario como "personalidad
bien integrada en el grupo", tendencia descrita por los sociólogos
norteamericanos recientes (Riesman, Whyte, etc.). Es en todas partes el mismo
proyecto de una reestructuración sin comunidad.
193
La cultura integralmente convertida
en mercancía debe también pasar a ser la mercancía vedette de la sociedad
espectacular. Clark Kerr, uno de los ideólogos más avanzados de esta tendencia,
ha calculado que el complejo proceso de producción, distribución y consumo de
los conocimientos acapara ya anualmente el 29 por 100 del producto nacional de
los Estados Unidos; y prevé que la cultura debe tener en la segunda mitad de
este siglo el rol motor en el desarrollo de la economía, que fue el del
automóvil en su primera mitad, y el de los ferrocarriles en la segunda mitad del
siglo precedente.
194
El conjunto de conocimientos que
continúan desarrollándose actualmente como pensamiento del espectáculo debe
justificar una sociedad sin justificaciones y constituirse en ciencia general de
la falsa conciencia. Ella está enteramente condicionada por el hecho de que no
puede ni quiere pensar su propia base material dentro del sistema
espectacular.
195
El pensamiento de la organización
social de la apariencia está él mismo oscurecido por la infra-comunicación
generalizada que defiende. No sabe que el conflicto está en el origen de todas
las cosas de su mundo. Los especialistas del poder del espectáculo, poder
absoluto en el interior de su sistema de lenguaje sin respuesta, están
absolutamente corrompidos por su experiencia del desprecio y del éxito del
desprecio confirmada por el conocimiento del hombre despreciable que es
realmente el espectador.
196
En el pensamiento especializado del
sistema espectacular se opera una nueva división de tareas a medida que el
perfeccionamiento mismo de este sistema plantea nuevos problemas: por un lado la
crítica espectacular del espectáculo es emprendida por la sociología moderna que
estudia la separación con la única ayuda de los instrumentos conceptuales y
materiales de la separación; por otro lado la apología del espectáculo se
constituye en pensamiento del no-pensamiento, en asalariado del olvido de la
práctica histórica, en las diversas disciplinas donde arraiga el estructuralismo
como olvido titulado. Por tanto, la falsa desesperación de la crítica no
dialéctica y el falso optimismo de la simple publicidad del sistema son
idénticos en tanto que pensamiento sometido.
197
La sociología que ha comenzado a
poner en discusion, sobre todo en los Estados Unidos, las condiciones de
existencia que entraña el desarrollo actual, aunque ha podido aportar muchos
datos empíricos, no conoce de ningún modo la verdad de su propio objeto, porque
no encuentra en sí misma la crítica que le es inmanente. De suerte que la
tendencia sinceramente reformista de esta sociología no se apoya más que sobre
la moral, el sentido común, los llamamientos a la mesura totalmente sin sentido,
etc. Tal manera de criticar, como no conoce lo negativo que es el corazón de su
mundo, no hace más que insistir en la descripción de una especie de excedente
negativo que considera que le estorba deplorablemente en su apariencia exterior,
como una proliferación parasitaria irracional. Esta buena voluntad indignada,
que ni siquiera como tal consigue reprobar más que las consecuencias exteriores
del sistema, se cree crítica olvidando el carácter esencialmente apologético de
sus presuposiciones y de su método.
198
Quienes denuncian lo absurdo o los
peligros de la incitación al despilfarro en la sociedad de la abundancia
económica no saben para qué sirve el despilfarro. Condenan con ingratitud, en
nombre de la racionalidad económica, a los buenos guardianes irracionales sin
los cuales el poder de esta racionalidad económica se derrumbaría. Y Boorstein
por ejemplo, que describe en La imagen el consumo mercantil del espectáculo
americano, no alcanza a formular jamás el concepto de espectáculo porque cree
poder dejar fuera de esta desastrosa exageración la vida privada, o la noción de
"mercancía honesta". No comprende que la mercancía misma ha hecho las leyes cuya
aplicación "honesta" debe dar lugar tanto a la realidad específica de la vida
privada como su ulterior reconquista por el consumo social de imágenes.
199
Boorstein describe los excesos de
un mundo que se nos ha vuelto extraño como excesos extraños a nuestro mundo.
Pero la base "normal" de la vida social, a la cual se refiere implícitamente
cuando califica el reino superficial de las imágenes en términos de juicio
psicológico o moral como el producto de "nuestras pretensiones extravagantes",
no tiene ninguna realidad ni en su libro ni en su época. Como la vida humana
real de la que habla Boorstein se encuentra para él en el pasado, incluido el
pasado de la resignación religiosa, no puede comprender toda la profundidad de
una sociedad de la imagen. La verdad de esta sociedad no es otra cosa que la
negación de esta sociedad.
200
La sociología que cree poder aislar
del conjunto de la vida social una racionalidad industrial que funciona aparte
puede llegar ya a aislar del movimiento industrial global las técnicas de
reproducción y transmisión. Por eso Boorstein encuentra como causa de los
resultados que describe la confluencia lamentable, casi fortuita, de un aparato
técnico de difusión de imágenes demasiado grande y de una excesiva atracción de
los hombres de nuestra época por lo seudo-sensacional. De este modo el
espectáculo se debe al hecho de que el hombre moderno sería demasiado
espectador. Boorstein no comprende que la proliferación de
"pseudo-acontecimientos" prefabricados que él denuncia deriva del simple hecho
de que los hombres, en la realidad masiva de la vida social actual, no viven por
ellos mismos los acontecimientos. Es porque la historia misma acosa a la
sociedad moderna como un espectro por lo que encontramos la seudo-historia
construida en todos los niveles del consumo de la vida para preservar el
equilibrio amenazado del actual tiempo congelado.
201
La afirmación de la estabilidad
definitiva de un breve período de congelación del tiempo histórico es la base
innegable, inconsciente y conscientemente proclamada, de la actual tendencia a
una sistematización estructuralista. El punto de vista en que se sitúa el
pensamiento anti-histórico del estructuralismo es el de la eterna presencia de
un sistema que nunca fue creado y jamás tendrá fin. El sueño de la dictadura de
una estructura previa inconsciente sobre toda praxis social ha podido ser
abusivamente extraído de los modelos de estructuras elaborados por la
lingüística y la etnología (ver el análisis del funcionamiento del capitalismo),
modelos ya abusivamente comprendidos en sus circunstancias, simplemente porque
un pensamiento universitario de cuadros medios, pronto colmados, pensamiento
integralmente inmerso en el elogio maravillado del sistema existente, remite
llanamente toda realidad a la existencia del sistema.
202
Como en toda ciencia social
histórica, siempre es necesario tener en cuenta para la comprensión de las
categorías "estructuralistas" que las categorías expresan formas de existencia y
condiciones de existencia. Así como no se aprecia el valor de un hombre según el
concepto que él tiene de sí mismo, no se puede evaluar - y admirar - esta
sociedad determinada tomando como indiscutiblemente verídico el lenguaje que se
habla a sí misma. "No se pueden considerar tales épocas de transformación según
la conciencia que de ellas tiene la época; muy por el contrario, se debe
explicar la conciencia recurriendo a las contradicciones de la vida material..."
La estructura es hija del poder presente. El estructuralismo es el pensamiento
garantizado por el Estado, que piensa las condiciones presentes de la
"comunicación" espectacular como un absoluto. Su forma de estudiar el código de
mensajes en sí misma no es sino el producto y el reconocimiento de una sociedad
donde la comunicación existe bajo la forma de una cascada de señales
jerárquicas. De forma que no es el estructuralismo quien sirve para probar la
validez trans-histórica de la sociedad del espectáculo; por el contrario es la
sociedad del espectáculo imponiéndose como realidad masiva la que sirve para
probar el sueño frío del estructuralismo.
203
Sin duda, el concepto crítico de
espectáculo puede ser también vulgarizado en cualquier fórmula vacía de la
retórica sociológico-política para explicar y denunciar todo abstractamente y
así servir a la defensa del sistema espectacular. Pues es evidente que ninguna
idea puede llevar más allá del espectáculo existente, sino solamente más allá de
las ideas existentes sobre el espectáculo. Para destruir efectivamente la
sociedad del espectáculo son necesarios hombres que pongan en acción una fuerza
práctica. La teoría crítica del espectáculo no es verdadera más que uniéndose a
la corriente práctica de la negación de la sociedad, y esta negación, la
recuperación de la lucha de la clase revolucionaria, llegará a ser consciente de
sí misma desarrollando la crítica del espectáculo, que es la teoría de sus
condiciones reales, de las condiciones prácticas de la opresión actual y desvela
inversamente el secreto de lo que ella puede ser. Esta teoría no espera el
milagro de la clase obrera. Considera la nueva formulación y la realización de
las exigencias proletarias como una tarea de largo aliento. Para distinguir
artificialmente entre lucha teórica y lucha práctica - ya que sobre la base aquí
definida la constitución misma y la comunicación de tal teoría ya no puede
concebirse sin una práctica rigurosa - es seguro que el encadenamiento oscuro y
difícil de la teoría crítica deberá ser también la porción de movimiento
práctico actuando a escala de la sociedad.
204
La teoría crítica debe comunicarse
en su propio lenguaje. Es el lenguaje de la contradicción, que debe ser
dialéctico en su forma como lo es en su contenido. Es crítica de la totalidad y
crítica histórica. No es un "grado cero de la escritura", sino su inversión. No
es una negación del estilo, sino un estilo de la negación.
205
Incluso en su estilo la exposición
de la teoría dialéctica es un escándalo y una abominación según las reglas del
lenguaje dominante y para el gusto que ellas han educado, porque en el empleo
positivo de los conceptos existentes incluye a la vez la inteligencia de su
fluidez recobrada, de su necesaria destrucción.
206
Este estilo que contiene su propia
crítica debe expresar la dominación presente sobre todo su pasado. Por medio de
él el modo de exposición de la teoría dialéctica da testimonio del espíritu
negativo que hay en ella. "La verdad no es como el producto en el cual no se
encuentra rastro alguno de la herramienta" (Hegel). Esta conciencia teórica del
movimiento, en la que la huella misma del movimiento debe estar presente, se
manifiesta por la inversión de las relaciones establecidas entre los conceptos y
por el desvío de todas las adquisiciones de la crítica anterior. La inversión
del genitivo es esta expresión de las revoluciones históricas, consignada en la
forma del pensamiento que fue considerada como el estilo epigramático de Hegel.
Preconizando la sustitución del sujeto por el predicado según el uso sistemático
hecho por Feuerbach el joven Marx alcanzó el empleo más consecuente de este
estilo insurreccional que de la filosofía de la miseria extrae la miseria de la
filosofía. El desvío arrastra a la subversión las conclusiones críticas pasadas
que se han fijado como verdades respetables, es decir, transformadas en
mentiras. Kierkegaard ya lo empleó de modo deliberado, añadiéndole su propia
denuncia: "Pero pese a tantas idas y venidas, así como la mermelada siempre va a
parar a la despensa, siempre terminas deslizando algún dicho que no te pertenece
y que inquieta por el recuerdo que despierta" (Migajas filosóficas). Es la
obligación de la distancia hacia lo que ha sido falsificado como verdad oficial
lo que determina este empleo del desvío, confesado así por Kierkegaard en el
mismo libro: "Una única observación todavía a propósito de tus numerosas
alusiones referentes todas al prejuicio de que yo mezclo a mis dichos conceptos
prestados. No lo niego aquí ni ocultaré tampoco que esto era voluntario y que en
una nueva continuación de este folleto, si alguna vez la escribo, me propongo
llamar al objeto por su verdadero nombre y revestir el problema con una
investidura histórica".
207
Las ideas se mejoran. El sentido de
las palabras participa en ello. El plagio es necesario. El progreso lo implica.
Da más precisión a la frase de un autor, se sirve de sus expresiones, elimina
una idea falsa, la reemplaza por la idea justa.
208
El desvío es lo contrario de la
cita, de la autoridad teórica falsificada siempre por el solo hecho de haberse
convertido en cita; fragmento arrancado de su contexto, de su movimiento y
finalmente de su época como referencia global y de la opción precisa que ella
era en el interior de esta referencia, exactamente reconocida o errónea. El
desvío es el lenguaje fluido de la anti-ideología. Aparece en la comunicación
que sabe que no puede pretender que detenta ninguna garantía en sí misma y de
modo definitivo. Es en el mayor grado el lenguaje que ninguna referencia antigua
y supracrítica puede confirmar. Es por el contrario su propia coherencia, en sí
misma y con los hechos practicables, la que puede confirmar el antiguo núcleo de
verdad que transmite. El desvío no ha fundado su causa sobre nada exterior a su
propia verdad como crítica presente.
209
Aquello que, en la formulación
teórica, se presenta abiertamente como desviado, al desmentir toda autonomía
durable de la esfera de lo teórico expresado, y haciendo intervenir por esta
violencia la acción que trastorna y arrebata todo orden existente, recuerda que
esta existencia de lo teórico no es nada en sí misma y no puede conocerse sino
con la acción histórica y la corrección histórica que es su verdadera
fidelidad.
210
Solamente la negación real de la
cultura conservará su sentido. Ella ya no puede ser cultural. De tal forma que
es lo que permanece, de alguna manera, al nivel de la cultura, aunque en una
acepción diferente por completo.
211
En el lenguaje de la contradicción
la crítica de la cultura se presenta unificada: en cuanto que domina el todo de
la cultura - su conocimiento como su poesía - y en cuanto que ya no se separa
más de la crítica de la totalidad social. Es esta crítica teórica unificada la
única que va al encuentro de la práctica social unificada.Capítulo 9
La ideología materializada
"La conciencia de sí
está en sí y para sí cuando y porque está en sí y para sí para otra conciencia
de sí; es decir, que no existe sino como ser reconocido"HEGEL, Fenomenología del
espíritu.
212
La ideología es la base del
pensamiento de una sociedad de clases en el curso conflictual de la historia.
Los hechos ideológicos no han sido jamás simples quimeras, sino la conciencia
deformada de las realidades, y como tales factores reales ejerciendo a su vez
una real acción deformante; con mayor razón la materialización de la ideología
que entraña el éxito concreto de la producción económica autonomizada, en la
forma del espectáculo, confunde prácticamente con la realidad social una
ideología que ha podido rehacer todo lo real según su modelo.
213
Cuando la ideología, que es la
voluntad abstracta de lo universal y su ilusión, se encuentra legitimada por la
abstracción universal y la dictadura efectiva de la ilusión en la sociedad
moderna, ya no es la lucha voluntarista de lo parcelario sino su triunfo. A
partir de aquí la pretensión ideológica adquiere una especie de llana exactitud
positivista: ya no es una elección histórica sino una evidencia. En una
afirmación tal los nombres particulares de las ideologías se desvanecen. La
parte misma del trabajo propiamente ideológico al servicio del sistema ya no se
concibe más que como reconocimiento de un "pedestal epistemológico" que aspira a
estar más allá de todo fenómeno ideológico. La ideología materializada carece de
nombre propio, así como carece de programa histórico enunciable. Esto equivale a
decir que la historia de las ideologías ha terminado.
214
La ideología, cuya lógica interna
conduce hacia la "ideología total", en el senido de Mannheim, despotismo del
fragmento que se impone como seudosaber de un todo fijado, visión totalitaria,
se realiza desde ahora en el espectáculo inmovilizado de la no-historia. Su
realización es también su disolución en el conjunto de la sociedad. Con la
disolución práctica de esta sociedad debe desaparecer la ideología, la última
sinrazón que bloquea el acceso a la vida histórica.
215
El espectáculo es la ideología por
excelencia porque expone y manifiesta en su plenitud la esencia de todo sistema
ideológico: el empobrecimiento, el sometimiento y la negación de la vida real.
El espectáculo es materialmente la "expresión de la separación y el alejamiento
entre el hombre y el hombre". La "nueva dominación del engaño" concentrada allí
tiene su base en esta producción, por cuyo intermedio "con la masa de objetos
crece... el nuevo dominio de seres extraños a los que se halla sometido el
hombre". Es el estadio supremo de una expansión que ha vuelto la necesidad
contra la vida. "La necesidad del dinero es pues la verdadera necesidad
producida por la economía política, y la única necesidad que ella produce"
(Manuscritos económico-filosóficos). El espectáculo extiende a toda la vida
social el principio que Hegel en la Realfilosofía de Iena concibe como el del
dinero; es "la vida de lo que está muerto, moviéndose en sí misma".
216
Al contrario del proyecto resumido
en las Tesis sobre Feuerbach (la realización de la filosofía en la praxis que
supera la oposición entre el idealismo y el materialismo), el espectáculo
conserva a la vez, e impone en el seudo-concreto de su universo, los caracteres
ideológicos del materialismo y del idealismo. El lado contemplativo del viejo
materialismo que concibe el mundo como representación y no como actividad - y
que idealiza finalmente la materia - se cumple en el espectáculo, donde las
cosas concretas son automáticamente dueñas de la vida social. Recíprocamente, la
actividad fantaseada del idealismo se cumple igualmente en el espectáculo por la
mediación técnica de signos y señales - que finalmente materializan un ideal
abstracto.
217
El paralelismo entre la ideología y
la esquizofrenia establecido por Gabel (La falsa conciencia) debe ser emplazado
en este proceso económico de materialización de la ideología. La sociedad ha
llegado a ser lo que la ideología ya era. La desinserción de la praxis y la
falsa conciencia antidialéctica que la acompaña, he aquí lo que se impone a
todas horas en la vida cotidiana sometida al espectáculo; que es preciso
comprender como una organización sistemática de la "aniquilación de la facultad
de encuentro" y como su reemplazamiento por un hecho social alucinatorio. En una
sociedad donde nadie puede ser reconocido por los demás, cada individuo se
vuelve incapaz de reconocer su propia realidad. La ideología se encuentra en su
medio; la separación ha establecido su mundo.
218
"En los cuadros clínicos de la
esquizofrenia", dice Gabel, "la decadencia de la dialéctica de la totalidad (con
la disociación como forma extrema) y la decadencia de la dialéctica del devenir
(con la catatonia como forma extrema) parecen muy solidarias." La conciencia
espectacular, prisionera en un universo degradado, reducido por la pantalla del
espectáculo detrás de la cual ha sido deportada su propia vida, no conoce más
que los interlocutores ficticios que le hablan unilateralmente de su mercancía y
de la política de su mercancía. El espectáculo en toda su extensión es su
"indicio en el espejo". Aquí se pone en escena la falsa salida de un autismo
generalizado.
219
El espectáculo, que es la
eliminación de los límites entre el yo y el mundo mediante el aplastamiento del
yo asediado por la presencia-ausencia del mundo es igualmente la eliminación de
los límites entre lo verdadero y lo falso mediante el reflujo de toda verdad
vivida bajo la presencia real de la falsedad que asegura la organización de la
apariencia. El que sufre pasivamente su destino cotidianamente alienado es
empujado entonces hacia una locura que reacciona ilusoriamente ante este sino
recurriendo a técnicas mágicas. El reconocimiento y el consumo de mercancías
están en el centro de esta seudorespuesta a una comunicación sin respuesta. La
necesidad de imitación que experimenta el espectador es precisamente la
necesidad infantil, condicionada por todos los aspectos de su desposesión
fundamental. Según los términos que Gabel aplica a un nivel patológico
totalmente distinto "la necesidad anormal de representación compensa aquí un
sentimiento torturante de estar al margen de la existencia".
220
Si la lógica de la falsa conciencia
no puede conocerse a sí misma verídicamente la búsqueda de la verdad crítica
sobre el espectáculo debe ser también una crítica verdadera. Tiene que luchar
prácticamente entre los enemigos irreconciliables del espectáculo y aceptar
estar ausente allí donde ellos están ausentes. Son las leyes del pensamiento
dominante, el punto de vista exclusivo de la actualidad, que reconoce la
voluntad abstracta de la eficacia inmediata cuando se arroja hacia los
compromisos del reformismo o de la acción común con los residuos
seudorevolucionarios. Con ello el delirio se ha reconstituido en la misma
posición que pretende combatirlo. Por el contrario, la crítica que va más allá
del espectáculo debe saber esperar.
221
Emanciparse de las bases materiales
de la verdad invertida, he aquí en qué consiste la auto-emancipación de nuestra
época. Esta "misión histórica de instaurar la verdad en el mundo" no pueden
cumplirla ni el individuo aislado ni la muchedumbre automatizada y sometida a
las manipulaciones, sino ahora y siempre la clase que es capaz de ser la
disolución de todas las clases devolviendo todo el poder a la forma desalienante
de la democracia realizada, el Consejo, en el cual la teoría práctica se
controla a sí misma y ve su acción. Únicamente allí donde los individuos están
"directamente ligados a la historia universal"; únicamente allí donde el diálogo
se ha armado para hacer vencer sus propias condiciones.
Fuente: Archivo Situacionista Hispano

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